Desaprender

Francisco M. Carriscondo, profesor de la Universidad de MálagaFRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga

“Se oye en los mensajes publicitarios, en los foros empresariales, por radio, por televisión. Lo leemos en la Red y en el papel. Hay que desaprender…”.

Se oye en los mensajes publicitarios, en los foros empresariales, por radio, por televisión. Lo leemos en la Red y en el papel. Hay que desaprender, verbo este con solera en nuestra lengua (desde tiempos medievales), de significado transparente (según la definición académica, olvidar lo aprendido), que ha vuelto a recuperarse empujado por la fuerza del mundo financiero. ¿Sabían esto sus gurús?

No lo sé, pero lo cierto es que, de nuevo, ha cobrado vigencia el uso de un verbo que en un principio aludía a un olvido involuntario para convertirse ahora en activo y consciente. Nos invitan a olvidar, a un lavado, aun parcial, de nuestro cerebro; un reseteo o raspado para que la tablilla donde se gravan nuestras experiencias vuelva a su prístina lisura.

Con ese olvido voluntario, con esta liquidación de las vivencias anteriores, se relacionan, no obstante, expresiones en nuestra lengua que aluden a un viaje sin retorno, a un quemar las naves.

Existe en psicología un fenómeno conocido por su nombre alemán, Aufhebung, elevación y destrucción simultánea de los medios para alcanzarla. Pero antes, mucho antes, Pablo de Tarso nos dice: “Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño” (1 Corintios 13, 11).

Ya ven que el concepto que manejan ahora los mercados ha acompañado siempre al hombre en su historia. Otra cosa es que nos lo quieran vender como neologismo semántico avant la lettre.

En el nº 2.871 de Vida Nueva.

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