FERNANDO SEBASTIÁN | Cardenal arzobispo emérito
Ha terminado la Asamblea del Sínodo sobre la Familia. Ahora comienza el tiempo de poner en práctica sus conclusiones. Los obispos tienen que promover esta renovación de la pastoral familiar. El trabajo concreto tendrá que hacerse en las parroquias. Yo me arriesgo a señalar unas cuantas cosas concretas.
- 1. Renovar la catequesis de iniciación. Antes o después del bautismo, tiene que haber un itinerario de fe que ayude al catecúmeno a convertirse personalmente a Jesucristo y a Dios, asumiendo un compromiso personal de fe y de vida cristiana. Sin eso, todo lo demás queda en el aire.
- 2. Garantizar la religiosidad de la celebración. Todo el mundo se queja de los muchos matrimonios que se celebran en la Iglesia sin fe y sin devoción. Hay que establecer un catecumenado que puede durar hasta un año, según la necesidad de las personas. Sin fe no puede haber sacramento.
- 3. Tenemos que valorar positivamente el matrimonio natural de los no creyentes, también de los bautizados no creyentes. Tenemos que verlo no como alternativa, sino como preparación para el matrimonio sacramental.
- 4. Acompañamiento. Los matrimonios jóvenes tienen que verse asistidos y acompañados durante los ocho o diez primeros años por otros matrimonios adultos. La comunidad cristiana tiene que crecer acompañando y sosteniendo a las nuevas familias.
- 5. Con los que están ya o se sitúen en adelante fuera de la comunidad, podemos hacer varias cosas.
- a. Facilitar el reconocimiento de las posibles nulidades. En vez de criticarlas, hay que aplicar las nuevas normas.
- b. Convocar encuentros y reuniones con los casados civilmente, con los divorciados, con todos los que quieran recibir alguna ayuda espiritual.
- c. Facilitar la sanación de las situaciones deficientes hasta donde llegue la potestad de las llaves. Cuando alguien se arrepiente de verdad, ¿quién puede poner límites a la misericordia de Dios?
Hay que comenzar ya. Dios lo quiere y la gente lo necesita.
En el nº 2.966 de Vida Nueva.