PAULA DEPALMA (Profesora de Liturgia en el Instituto Pontificio San Pío X)
Las mujeres han participado siempre y de diversas maneras del ejercicio de la solidaridad y del servicio al altar (diakonia). Desde las primeras comunidades cristianas (Rom 16, 1) hasta hoy, lideran el servicio a pobres y enfermos y, en el ámbito litúrgico, han encontrado formas creativas de participación. Es decir, las mujeres han sido y son, de hecho, maestras de diaconía.
El actual Pontífice ha apostado, hasta el momento, por fomentar cambios pastorales; pero la praxis de las mujeres lo enfrenta a un asunto institucional: el reclamo de reconocimiento, visibilidad y codificación canónica.
Esta posible modificación jurídica no sería más que la oficialización de la praxis, sin demasiadas consecuencias prácticas. En el aspecto litúrgico, sin embargo, sí haría desaparecer la larga lista de restricciones en torno al altar que no tienen los laicos varones. Además, si se asimilara al diaconado (temporal o permanente), tal como está descrito para varones, estarían habilitadas para la lectura del Evangelio, la prédica de la homilía, la presidencia del bautismo y el ser testigo oficial de los matrimonios…
Funciones que ya desempeñaban, por ejemplo, en las celebraciones de la Palabra o en pastorales llamadas “de emergencia”, donde no podía asistir un sacerdote, o en diversos grupos de mujeres, pero ahora tendrían un lugar más representativo en la Eucaristía, además del Bautismo y del Matrimonio.
Pero, por el momento, el papa Francisco se preguntó durante la audiencia con la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) en el Vaticano si sería oportuno crear una comisión oficial que estudie el tema. Muchas preguntas me surgen: ¿se trata de una salida al paso cordial? ¿A quién se convocaría? ¿Se equipararía al diaconado masculino o se trata de otro tipo de servicio? ¿Sería distinto para religiosas o laicas? ¿Qué tipo de formación o experiencia se requeriría?
Espero que, sean cuales sean los resultados, comience un serio proceso de atención a la realidad pastoral y a sus modelos celebrativos y se tracen caminos institucionales acordes a nuestro tiempo y a la verdad que se esconde detrás y fuera de sus límites.
En el nº 2.989 de Vida Nueva
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