JOSÉ LUIS PINILLA MARTÍN, SJ, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones | El 15 de enero se celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. Resumo diez propuestas concretas para el trabajo pastoral que contiene el mensaje de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, titulado Salgamos al encuentro… abramos puertas. [Siga aquí si no es suscriptor]
- 1. La Nueva Evangelización tiene que contar con los inmigrantes, “oportunidad providencial” para la renovación evangelizadora. No son solo objetos de atención, sino agentes activos. En la evangelización –como en la relación migratoria– no hay uno que da y otro que recibe. Ambos dan y reciben. Hay una invitación cordial a que compartan la hermosa tarea de la Nueva Evangelización con todos. Esta interculturalidad que entra en la Iglesia es el campo más actual y concreto para ello.
- 2. Crear espacios y comunidades promotoras de solidaridad, acogida, diálogo y comunión. Si los obispos siguen insistiendo en esto, es que perciben lo mucho que queda por hacer de manera práctica hacia ellos.
- 3. La familia es elemento imprescindible de cohesión social. Las intervenciones en el campo de las migraciones han tenido casi como única mirada al individuo y su integración sociolaboral. Una propuesta operativa doble: por un lado, la reagrupación familiar es imprescindible y ninguna ley debe recortarla; por otro, cualquier medida tiene que ir más allá de considerar al emigrante como mano de obra. Es la línea política mantenida por las administraciones públicas. “Pedimos trabajadores y nos vinieron personas”. El hombre en el centro de cualquier acción con los emigrantes.
- 4. Advierten los obispos, de manera novedosa, del nuevo éxodo de los emigrantes españoles: 50.000 en 2011, y aumentando. Se ofrecen los medios concretos que la Iglesia española coordina en Europa ante las peticiones de atención que ya están recibiendo.
- 5. Colaboración para el establecimiento de leyes y opinión pública favorable a los inmigrantes. La Iglesia no hace las leyes, pero insiste en la dimensión “favorable” hacia los inmigrantes, sin esquilmar los países de origen. Y quieren “construir” opinión pública favorable, hacia dentro y fuera de la Iglesia, tan difícil de fomentar hoy dada su dependencia de mercados incontrolables.
- 6. Desenmascaramiento de las mafias que manipulan a los inmigrantes. Así se hizo hace un año desde CONFER, Cáritas, Justicia y Paz y Migraciones, con un informe sobre trata y explotación de personas con fines de explotación sexual.
- 7. Denuncian también a los que pretenden sacar rentabilidad social y política del sufrimiento de los inmigrantes. Vimos su sufrimiento cuando se cruzan con la policía. Oímos lenguajes xenófobos en las pasadas elecciones. Ahora vienen las andaluzas. Estamos en época de recortes crueles. Esta advertencia, concreta y reiterada, de los obispos insiste en algo eclesialmente repetido: los inmigrantes son víctimas y no causa de la crisis. Conviene repetirlo cuando algunos cristianos no parecen estar muy de acuerdo.
- 8. Inspirados por el impulso del Papa para promover “nuevos programas políticos, económicos y sociales, que favorezcan el respeto de la dignidad de toda persona humana, la tutela de la familia y el acceso a una vivienda digna, al trabajo, etc.”, los obispos vuelven a pedir la asistencia religiosa permanente en los CIE, recogen la consideración de su “excepcionalidad jurídica” y piden, “mientras existan” (como si esperaran su cierre), la defensa legal integral para los internos. Como hicieron Cáritas, Pueblos Unidos (por cierto, citando esta nota episcopal), etc. Y añaden la imprescindible propuesta para que las normas de regulación migratoria sean fruto del mayor consenso posible, que implique a partidos, ONG, Iglesia, etc.
- 9. No olvidan las experiencias concretas que ya se tienen con jóvenes inmigrantes, por la gran proporción de estos en el conjunto de la inmigración.
- 10. Entre las herramientas prácticas para “abrir las puertas y salir al encuentro” desde una fe explícita, es necesario fortalecer esa fe con el enriquecimiento mutuo y la vigilancia para que nuestra religiosidad no sea un hecho cultural más. El uso del diálogo, el testimonio de la solidaridad e, incluso para los no creyentes, mostrarles al Dios del amor y la justicia, al Dios de la ternura y la misericordia. ¡No otro! Somos llamados a un itinerario de comunión que acepte la diversidad desde el encuentro y la apertura de corazones (¡y de nuestras puertas!).
En el nº 2.784 de Vida Nueva.