FRANCISCO SOTO, párroco de Calahonda (GRANADA) | Los obispos españoles están de visita ad limina con Francisco en el Vaticano. Y me asalta una pregunta no banal: ¿hablarán el mismo idioma pastoral? El Papa ya viene expresando el suyo en sus intervenciones y con gestos elocuentes. Es evangélico, testimonial, cercano a la persona y muy preocupado por los pobres y empobrecidos. Es sencillo, no dogmático ni impositivo.
Utiliza palabras calientes que brotan del corazón, que acogen sin discriminaciones, que animan a encontrarse con Cristo, a no perder la esperanza, a que no nos roben el amor. Invita a salir a las periferias, a recorrer los caminos polvorientos de los pobres. El Papa quiere una Iglesia pobre entre los pobres. La suya es una voz profética, valiente, que denuncia los poderes económicos que dominan y dirigen este mundo sin tener en cuenta a los millones de criaturas que malviven y mueren en nuestro planeta.
Francisco vivió y creció en la periferia. Supo mantener un oído abierto a la Palabra de Dios y el otro al pueblo. Fue sensible al dolor de los hermanos y excluidos. Siempre los llevó en su corazón de padre. Sus palabras son reflejo de sus vivencias.
¿Cuál será la voz de los obispos españoles? Hablarían el mismo idioma si le expusieran cómo denunciaron, a nivel de Conferencia Episcopal, las donaciones millonarias a los bancos para su rescate mientras los españoles se empobrecían. Hablarían el mismo idioma si hubiesen encabezado la marcha de los indignados contra las políticas antisociales del Gobierno, que han eliminado de un plumazo derechos fundamentales de los ciudadanos que tanto trabajo nos costó conquistar.
Hablarían el mismo idioma si presentaran las quejas que con gran contundencia debieron hacer a favor de los inmigrantes y contra las barreras suicidas que les pone este Gobierno. Hablarían con parecida voz si hubieran denunciado la sangrante corrupción de muchos políticos y altos cargos que nos gobiernan. Hablarían con parecida voz si, en vez de mudos, hubieran denunciado el estado de crisis que tanto sufrimiento ha causado en la clase media y baja de nuestra sociedad, beneficiando en cambio a una minoría poderosa que nos dirige sin escrúpulos.
Hablarían parecido idioma si hubiesen animado a los católicos a participar en los movimientos que han ido apareciendo: los indignados de distinto signo, grupos ‘Stop desahucios’, comités de solidaridad de parados, mayores por el engaño de las preferentes, marchas por la educación sin recortes o la sanidad sin privatizar… Y otros muchos donde el pueblo grita sin descanso y escasos resultados.
Hablarían con el mismo idioma si hubiesen escuchado sencillamente la voz del pueblo, que, como dice el adagio latino, vox populi, vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios). Ellos, por lo visto, estaban sintonizando otras emisoras. Ojalá a partir de ahora aprendan, con la ayuda del Papa, el dial correcto a conectar.
En el nº 2.886 de Vida Nueva
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