JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“si, por un milagro de esta primavera, se votara una constitución democrática, nos hallaríamos ante el acontecimiento más decisivo del último siglo…”.
Las revueltas de Túnez, Egipto, Libia y muchos otros países musulmanes arrojan una luz de esperanza al mundo, porque suponen la rebelión del pueblo frente a los tiranos. Sin embargo, surge de nuevo el debate sobre la compatibilidad entre islam y democracia.
Hay quienes la niegan y hay quienes la defienden. La reciente victoria de los Hermanos Musulmanes en la segunda vuelta de las presidenciales egipcias abre incógnitas. En primer lugar, si la ley islámica interpretada de manera clásica se puede reconciliar con la vida moderna o con la democracia.
Pero si, por un milagro de esta primavera, se votara una constitución democrática, nos hallaríamos ante el acontecimiento más decisivo del último siglo. Porque la vuelta de los países ocupados por la Rusia comunista a la democracia tenía cierta lógica; en cambio, el paso de los países islámicos sería un avance colosal.
Pero no hay que olvidar que para el islamismo radical, la democracia es la expresión política de la degeneración moral, ética y religiosa de Occidente, y por ello, sus líderes repiten que debe ser combatida.
Las declaraciones del candidato islamista vencedor en Egipto, Mohamed Cursi, son tranquilizadoras: “Doy gracias a Dios por guiar al pueblo egipcio hacia el camino correcto, el camino de la libertad y la democracia… Seré el hermano y el servidor de todos”.
Pero mayor esperanza se infiere de las palabras dedicadas a los malogrados cristianos coptos, indicando que también formarán parte de su “familia”.
En el nº 2.806 de Vida Nueva.
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