GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
“Tengo la impresión de que es esta la debilidad de muchas parejas que se rompen, de muchas vocaciones que se pierden: considerar el amor como un derecho, como un arma arrojadiza…”.
¿Tiene el hombre derecho a cualquier cosa? Pues en la era de los derechos humanos, así lo parece. Uno tiene la impresión de que no hay límites a los derechos; más se habla de derechos que de obligaciones. Y todo se soluciona con invocar estos derechos.
Sin embargo, hay realidades que no son un derecho, y si así se concibieran, perderían su gracia. En este caso, me refiero al amor. El amor no es un derecho, no tengo derecho a que el otro me quiera, ni el otro a que lo quiera yo.
El amor es un don, un regalo que recibo de otra persona sin merecerlo. El amor es la revelación de la esencia de lo humano, refleja la capacidad de trascendencia con la que fuimos creados; pues fuimos creados por amor y estamos llamados al amor. Amar es la expresión más grande y más hermosa de la libertad; como dice el poeta, no conozco más libertad que la del amor. Hay una esclavitud que es libre, la de amor. En el amor no busco mi realización personal, sino la felicidad del otro.
Como escribe san Pablo: “El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca” (1 Cor 13, 4-8).
Tengo la impresión de que es esta la debilidad de muchas parejas que se rompen, de muchas vocaciones que se pierden: considerar el amor como un derecho, como un arma arrojadiza.
El amor es un don que he de agradecer cada día. El esposo o la esposa han de dar gracias por el don del amor del otro; los creyentes hemos de dar gracias por el don del amor de Dios. En definitiva, esta es la opción fundamental de la vida de un cristiano: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él” (1 Jn 4, 16).
En el nº 2.851 de Vida Nueva.