(Vida Nueva) Cual “buen pastor”, que también tiene que conducir a las ovejas que no son de su “redil”, el Vicario General de Getafe, José María Avendaño Perea, considera que el deber de la Iglesia es salir en busca de aquellos que deciden abandonarla pidiendo la apostasía. Este tema, que sigue estando de actualidad, ha sido objeto de análisis por dos acreditadas voces en las páginas de Vida Nueva. “Los hombres y mujeres que apostatan piden sin pedir, que se les escuche, pues por diferentes motivos viven heridos de desesperanza, desorientados, inseguros, en una cultura donde parece que lo obvio es no creer”, así lo entiende Avendaño desde un enfoque pastoral del tema. Él ha sido testigo de más de un caso de cristianos que han llevado el proceso hasta la anotación de la apostasía en su partida de bautismo, aunque también de otras personas que, tras una conversación, han abierto el camino a un posible regreso “a la plena comunión eclesial”.
No obstante, al mismo tiempo que el Vicario General de Getafe muestra su preocupación por la situación de la Iglesia en Europa, donde “la pérdida de esperanza reside en el intento de hacer prevalecer una antropología sin Dios y sin Cristo”, considera “positivo” que quienes toman la determinación de apostatar se acerquen a exponer los motivos que sostienen su decisión y cree que se debe atender correctamente a estas personas y “acoger la oportunidad de su ayuda para revisar la vida cristiana, y facilitarnos elementos en la autocrítica eclesial, porque en ocasiones velamos en lugar de desvelar el genuino rostro de Dios”.
Por su parte, la profesora de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia Comillas, Carmen Peña García, hace un análisis desde el punto de vista canónico y defiende que “la comunidad eclesial es la principal interesada en conocer con certeza si un fiel ha abandonado la Iglesia o no”, puesto que “los derechos y deberes del sujeto en cuanto fiel sí pueden verse modificados por la decisión de abandonar la Iglesia”. Los argumentos de Peña ponen en tela de juicio los de quienes defienden que la anotación del abandono de la Iglesia en el Libro de Bautismos es “una imposición de las leyes estatales sobre la actuación de la Iglesia”.
La especialista en Derecho Canónico afirma que, igual que el ingreso en la Iglesia se realiza mediante un acto del que hay constancia jurídica, como es el bautismo, el abandono formal de la comunidad eclesial implica el cumplimiento de una serie de normas, entre las que están “la decisión interna de salir de la Iglesia”, la comunicación de esta decisión “a la autoridad eclesial competente” y “la recepción de esta manifestación del sujeto por la autoridad eclesial competente”, que será la que, finalmente, “ordenará la anotación en el Libro de Bautismos del abandono formal de la Iglesia”.
Más información en el nº 2.586 de Vida Nueva (Enfoques, páginas 34 y 35).