El doctorado de Obama

Jorge Juan Fdez Sangrador(Jorge Juan Fernández Sangrador– Director de la BAC)

“Quienes han alzado su voz contra la decisión de la universidad, cuyo ideario es confesionalmente católico, no lo han hecho porque el jefe del Estado fuese invitado a hablar en el campus, sino porque se le honrase con un doctorado -¡en leyes!- a todas luces inmerecido”

Las universidades ejercen el servicio público de la educación superior mediante la investigación, la docencia y el estudio. Es por ello que la concesión de un doctorado honoris causa a Barack Obama, autor de Dreams from my father: a story of race and inheritance (1995) y The audacity of hope: thoughts on reclaiming the american dream (2006), no halla, a día de hoy, fácil justificación.

La Universidad de Notre Dame du Lac (Indiana), fundada en 1842 por el padre Édouard Sorin, religioso de la Congregación de Santa Cruz, ha otorgado la alta distinción al actual presidente de los Estados Unidos de América. Las protestas no se han hecho esperar, pues los planes de Obama respecto a futuras leyes sobre el aborto y la investigación con células madre chocan frontalmente con las enseñanzas de la Iglesia. Quienes han alzado su voz contra la decisión de la universidad, cuyo ideario es confesionalmente católico, no lo han hecho porque el jefe del Estado fuese invitado a hablar en el campus, sino porque se le honrase con un doctorado -¡en leyes!- a todas luces inmerecido. El presidente de la universidad, padre John I. Jenkins, C.S.C., confesó en el acto de graduación, el 17 de mayo, que él también se oponía a las medidas anunciadas por Obama contra la vida humana naciente.

Entonces, ¿a santo de qué un doctorado? Pues porque las instituciones culturales se afanan en subsumir personajes de la vida pública, aunque éstos no logren acreditar suficientes méritos intelectuales. Y se desprestigian así ellas solas. Fernando Lázaro Carreter, al ver quienes iban ocupando los sillones de la Real Academia Española, reclamaba: “Más filólogos y menos representantes de la creación literaria”. Y a las universidades cabría decirles algo por el estilo: ¡Más investigadores y menos figuras mediáticas!

jjfernandezs@vidanueva.es 

En el nº 2.662 de Vida Nueva.

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