CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
¿Dónde están los intelectuales católicos? Se echa en falta su presencia en los círculos de pensamiento, en los medios, en el debate político, educativo, social, religioso. No aparecen porque no existen, opinan los tocados de ese extraño virus que inhabilita para buscar recursos y posibilidades. Mas lo peor puede llegar desde una actitud infectada de irresponsabilidad, de no querer meterse en espacio alguno donde pueda tildarse a uno de perteneciente a una facción u otra. Sinrazones no faltan. El resultado ya se inventó hace tiempo: si no hablan los sabios, se oirán los alaridos de los necios.
El estudio de la filosofía ha tenido que llevar encima el sambenito pragmatista de la inutilidad, de la ineficacia, de no servir para nada y quedar en verborrea y evasión de la realidad.
Pablo VI hablaba de esa dramática situación, casi esquizofrénica, entre la fe y la cultura. Juan Pablo II publicó una magnífica encíclica, Fides et ratio, sobre la relaciones entre fe y razón. Documento imprescindible y no suficientemente conocido y valorado fuera del ámbito académico eclesial.
Hay necesidad, dice el papa Francisco, de una auténtica hermenéutica de búsqueda y certeza basada en las verdades de razón y de fe. La filosofía y la teología estructuran y fortalecen la inteligencia e iluminan la voluntad…
Si no resplandece la luz de la verdad, que para esto sirve la filosofía, enseguida se adueñará el desinterés de las gentes por conocer lo que está más allá de lo que los sentidos descubren. Y querer sustituir la fe por espejismos espiritualistas, revelaciones sin credibilidad, futurismos imaginados y adivinaciones tan sorprendentes como estúpidas.
Todo esto revela, en gran parte, las enormes lagunas de una formación completa, íntegra y que se aprecia en el ámbito de las ciencias del pensamiento, de la filosofía. Y particularmente de la metafísica. Sin conocer la historia del pensamiento es casi imposible saber el origen de las distintas culturas.
Como señaló Juan Pablo II en Fides et ratio: “El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de la verdad, de modo que puede hacer cada vez más humana la propia existencia. Entre estos destaca la filosofía, que contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a trazar la respuesta: esta, en efecto, se configura como una de las tareas más nobles de la humanidad”.
Publicado en el número 3.003 de Vida Nueva. Ver sumario