La Diócesis de Solsona acaba de crear una Pastoral de Atención a los alejados
(Miguel Ángel Malavia) Cuando se habla de la Pastoral de los Alejados, un gesto de interrogación y desconocimiento suele ser la respuesta habitual. Uno de los sitios donde ya funciona de un modo organizado es Solsona, desde el pasado febrero. Teresa Valero, por encargo del obispo Jaume Traserra, es su directora, contando con la colaboración de dos voluntarios.
Pese a sus escasos medios, ella no duda de la necesidad de este apostolado: “La situación es muy triste. La media de los que van a misa es de 70 años y, lógicamente, cada vez son menos. Pero hay una verdadera sed espiritual, aunque la gente no sabe dónde buscarla, está perdida. ¿Por qué tienen tanto trabajo los psicólogos? Porque todos, de un modo u otro, nos cuestionamos las cosas del alma”.
En cuanto a las personas a las que se dirigen, se distinguen tres grupos principales: los que en su día sí fueron creyentes pero acabaron perdiendo la fe; los que son neófitos y no tienen ninguna educación espiritual; y los que son practicantes, pero con una religiosidad muy tibia. La acción con cada uno de ellos varía según su situación, pero con todos se aplica el conocido método Tornem de la part de Déu (Volver a Dios, en castellano), un nuevo modo de evangelización creado por el sacerdote y cantautor Xavier Morlans. Teresa describe en qué consiste: “Es un itinerario de dos años, cada uno con 15 sesiones. El primer año tratamos de acercar la sed de Dios de un modo directo, apelando al corazón y rompiendo la barrera del excesivo racionalismo. Primero buscamos que se relajen, creando un clima agradable, con música apropiada. Luego leemos pasajes evangélicos, como el del hijo pródigo. Después rezamos y ellos se comprometen a aplicar lo que meditan en su vida diaria, buscando un cambio real”. En el segundo año ya se profundiza y se ofrece una iniciación catequética. Actualmente, a pesar de tener sólo seis meses de vida, ya hay siete grupos de estas catequesis especiales, aún en la primera fase.
“Mi vida ha cambiado radicalmente”
Los resultados son muy lentos, pero constantes. Aunque en algunos casos, como el de la propia Teresa, el cambio fue radical. A sus 43 años, casada y con dos hijas, ella vio cómo hace un año y medio su vida dio un giro completo: “Yo tenía una fe tibia. Me eduqué en un colegio de monjas, pero no era realmente practicante. Hasta que hace dos navidades, mi hija pequeña me dijo que quería ser monaguillo. Yo traté de quitarle la idea, pero ella estaba muy ilusionada. Así que la acompañé a la misa de Navidad… y allí cambió todo. Me sentí plena y gozosa en la Eucaristía. Después de la misma, hablé con el sacerdote y él me animó a ir a uno de los cursos que él ya desarrollaba. Allí sentí paz y felicidad plenas. Desde entonces, cada vez que leo la Palabra, siento que lo que dice va dirigido a mí, directamente”.
Teresa ha dejado todo por articular una pastoral que organice la atención a los que, como ella antes, están alejados de Dios. Algo que no todos comprenden, aunque no le importa porque sabe que sólo así es feliz: “Me siento enamorada de Dios, plena. Ahora toda mi vida gira en torno a la fe”. Así concluye Teresa el testimonio vivo de una mujer que permaneció alejada de Dios y ahora busca acercarlo a todo el mundo, proclamando la Palabra con la fuerza de hijo pródigo que vuelve a casa.