JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista
Fue tocado de proa a popa y, definitivamente, hundido en el hemiciclo. Parece un juego. Pero no es ficción. Se trata del ministro que puso en marcha la LOMCE. El que fue una marioneta de Rajoy puede que esté psicológicamente hundido por defender una vulgaridad de presupuestos, una ley extemporánea, haber sido castigado con el repudio de los profesores y, para más inri, cesado de su cargo por los mismos que lo adiestraron y elevaron al ministerio. Sin embargo, José Ignacio Wert está purgando sus pecados como embajador ante la OCDE en París.
Así se despacha la historia, que demuestra cómo sigue funcionando una España cuyas leyes en materia educativa continúan siendo un puzle de intereses ideológicos con piezas difíciles de encajar.
Los últimos pasos del nuevo ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, han entreabierto tímidamente la puerta de la esperanza con su voluntad de diálogo. El 11 de febrero de 1967 (VN, nº 561), una entrevista a Ángel González Álvarez, director general de Enseñanza Media, anunciaba la reforma del Bachillerato Elemental, que garantizaría el “libre acceso al primer año sin necesidad de ingreso” y “un paso decisivo en el proceso de la extensión y democratización de la enseñanza”.
Hoy, con un alto porcentaje de absentismo escolar, aún queda mucho por democratizar. Sobre todo, en un Congreso donde es urgente la desideologización y un pacto educativo duradero.
Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario