El mediterráneo como proyecto

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

El Mediterráneo es más que geografía. Es, además, destino y proyecto. No es sólo historia, mar y franja de tierra que lo bordea. Es también poema y lugar espiritual. Con el nombre de Mare Nostrum definieron sus fronteras. Baltasar Porcel hace de sus aguas una historia personal: un mar profundo y mítico habitado por tirios y troyanos, árabes y beréberes, turcos y almogávares, corsarios y piratas, sefarditas y sionistas. También es mar de soledades que dice Matvejevic en su Mediterráneo. Un nuevo breviario (2002). El escritor serbio ha recogido los ecos que la historia dejó entre naranjos y mirtos, olivos y cipreses. Una mar que es tentación hecha de sol, perfume, color y viento; de olas y naufragios. Nicolás Sarkozy trae ahora este mítico mar como proyecto de paz y desarrollo. Los otros presidentes de la V República, de Pompidou a Giscard; de Mitterrand a Chirac, acomodaron su doctrina mediterránea a un mundo dominado por Washington. Sarkozy da la cara y convierte en política proactiva lo que sus antecesores aplicaban vergonzantemente. Ésta es la grandeur française. Una mar en cuyas orillas crecieron religiones que dan alma al planeta y que en sus aguas tuvieron mitología, ilusiones y tragedia. Queden en la gaveta de la historia los capítulos de conquistas y reconquistas de las que tanto sabe este mar proceloso. El Mediterráneo es también geografía del cristianismo desde que Pablo de Tarso emprendiera la odisea de predicar la fe de Cristo en ese Mare Nostrum que desde las islas griegas hasta Hispania se abre como patena nívea, dorada y abierta. Somos un proyecto que ha aportado a la Humanidad un evangelio que nació acunado en estas riberas.

Publicado en el nº 2.624 de Vida Nueva (2-29 de agosto de 2008)

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