El Papa recibe a los obispos españoles

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

El Ejecutivo de la Conferencia Episcopal viaja a Roma para encontrarse con Benedicto XVI. Durante los últimos dos meses y medio, el silencio ha rondado Añastro. Ni un suspiro colegial. Se ha mandado callar. Buena postura. El nuevo presidente prefirió el silencio prudente previo a las elecciones legislativas. Vencieron los socialistas y hubo que recomponer estrategias. Se alargó el silencio por propio deseo o por sugerencia de la Secretaría de Estado. Lo importante es que el silencio ha servido como bálsamo para las heridas que dejó tanta querencia a la regañina. Cuando se habla, las palabras han de ser mejores que el silencio. Una voz, no obstante, rompió el silencio antes del almuerzo del 4 de marzo en los aposentos pontificios, cuando llegó la noticia del triunfo, por dos votos, del cardenal arzobispo de Madrid en las elecciones. Esa voz se lamentaba de una realidad: “La Conferencia Episcopal está ahora vere staccata”, realmente dividida. No me invento la expresión. Triste lamento en lugar significativo. El lunes 19 se escuchará la voz del Papa invitando a la comunión, a la urgencia evangelizadora, a una postura inteligente en la pluralidad, a un respeto ante la sana laicidad y a un estilo evangélico cuando haya que hacer la oportuna denuncia profética. No viaja a Roma sólo la terna, como se acostumbraba en el pontificado de Juan Pablo II. Ahora lo hace el Ejecutivo. Quizás un símbolo, una llamada de atención en el sabio lenguaje vaticano. A Roma llega la polifonía del Episcopado, no sólo una voz exclusiva. Ha llegado Pentecostés y sus lenguajes. “¡Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío, dirige lo que está extraviado, Dulce Huésped del alma, mi descanso!”.

Más información en el nº 2.613 de Vida Nueva (Del 17 al 23 de mayo de 2008).

Compartir