(Juan Rubio)
El Papa no ha querido “votar” en las próximas elecciones para la presidencia de la Conferencia Episcopal Española que, si no hay cambios, aunque parece haber movimientos para llevarlas a noviembre, tendrían que celebrarse en marzo de 2011. Benedicto XVI no ha hecho cardenal a ningún prelado español en activo. Sólo las sedes de Madrid y Barcelona tienen cardenales. El resto, que son muchos, o son curiales o están jubilados. No ha querido señalar a nadie con el capelo cardenalicio, exhibiendo sus preferencias y con guiños claros. Nombrando al arzobispo emérito castrense, José Manuel Estepa, el Papa ha tirado por la calle de en medio. Mejor no interferir en una Conferencia Episcopal en la que, si bien está clara la comunión, hay divergencia sobre las formas de ejercerla y vivirla. En Añastro hay distintas sensibilidades. A la vuelta de unos años cambiará la sala de mandos. Ya hay quien dice que se van apagando luces y cerrando habitaciones. Otros prefieren hablar de deserciones en el barco. Lo cierto es que el reloj biológico manda y el tiempo eclesial sigue su ritmo. Cinco años para la Iglesia son “un ayer que pasó, una vela nocturna”, que dice el salmista.
Estepa era el único miembro de la Comisión redactora del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica que no era cardenal. El capelo como premio. Ya lo hizo el Papa en el anterior consistorio, creando cardenal al viejo profesor jesuita, P. Navarrete. Tres nuevos cardenales han entrado ahora por esta vía del capelo como galardón, para algunos discutida y discutible. Estepa tiene el aval de su trayectoria en el campo de la catequesis; de su labor entre las bambalinas de unas difíciles relaciones entre el Gobierno y la Iglesia en los convulsos años ochenta, con camino expedito en la Casa Real y su amistad personal con Sabino Fernández Campo. Siempre se quejaba de cómo mientras los obispos discutían sobre si dialogar o no con ETA, a él le tocaba enterrar a los militares asesinados por la banda terrorista. Hubo mucha tensión en aquellas plenarias de la Conferencia Episcopal y faltó cordura y diálogo en el mismo colegio episcopal. Setién dejó de ir a las plenarias como, por otras razones, dejó de ir Guerra Campos. La pasión había que haberla dejado bien lejos de las sesiones.
En Estepa se ha premiado un trabajo, como se podría haber premiado el de Fernando Sebastián o algún que otro teólogo ya retirado. No se ha premiado, como se ha dicho en algún lugar, la línea Tarancón. Están muy despistados quienes así piensan. Cuando Tarancón llegó de arzobispo a Madrid, Estepa acababa de ser nombrado obispo auxiliar. Era el hombre de Casimiro Morcillo.
Un consistorio más débil de lo que se esperaba, con la excepción honrosa de alguien que estaba in pectore desde hacía tiempo, Gianfranco Ravasi, uno de los hombres del Papa y que hoy es en Roma lo que Ratzinger era hace veinte años. Un hombre de futuro. En el resto abundan italianos, curiales y eméritos. Poca mirada a América Latina, sorpresa por el olvido de sedes como la de Westminster. Todo hace prever que, si el tiempo no lo impide, habrá un nuevo consistorio más vigoroso y ahí habrá que ver a los emergentes prelados españoles de cara a la próxima etapa de la historia de nuestra Iglesia. Ya hay quien ha ido a tomarse medidas al sastre.
- A ras de suelo: Jóvenes y acogida de la JMJ, por Juan Rubio
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En el nº 2.727 de Vida Nueva.
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