El que tenga oídos…

Afernandez 2(Alejandro Fernández Barrajón– Presidente de CONFER)

“Si escucháramos con el corazón, oiríamos muchas palabras que son pecado. Palabras hirientes como saetas envenenadas sobre los demás. Juicios rápidos y condenas sin abogados. Lo cierto es que, para hacerse oír, a veces hay que callar. A la luz de la Palabra tiene que abrirse paso una comunidad de fe más misericordiosa para que podamos ser creíbles”

Hay una demanda creciente en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia de ser escuchados. Tendremos que inventar el ministerio de la escucha como un valioso servicio que en este momento preciso podemos ofrecer. Hay excedente de palabras y de ruidos y escasez de oportunidades para escuchar. Estamos agobiados por una prisa irracional que no nos conduce a ninguna parte o, como mucho, a la acera del estrés. Y si no nos escuchamos, entonces tampoco nos miramos; y si no nos miramos, es imposible aprender a amarnos. El Evangelio no quiere verborreas andantes, sino oídos escuchantes. “El que tenga oídos para oír que oiga”

¡Qué distinto sería todo si escucháramos más! Podríamos oír con nitidez el llanto de tantos niños sin oportunidades ni futuro. Las lágrimas silentes de la madre que no sabe qué cocinar porque no tiene nada. El pálpito apenas perceptible del enfermo de sida que dormita tirado sobre una estera en los surcos de África. El estruendo de las explosiones suicidas en Irak a diario… hay mucho que oír para que no nos deshumanicemos a fuerza de pronunciar hermosas palabras. Si escucháramos con el corazón, oiríamos muchas palabras que son pecado. Palabras hirientes como saetas envenenadas sobre los demás. Juicios rápidos y condenas sin abogados. Lo cierto es que, para hacerse oír, a veces hay que callar. A la luz de la Palabra tiene que abrirse paso una comunidad de fe más misericordiosa para que podamos ser creíbles.

En este año donde la Palabra quiere ser protagonista de nuestro caminar eclesial, sería imperdonable que nos faltaran oídos para oírla y corazón para meditarla y amarla. Entre tantas palabras estériles, démosle la palabra a la Palabra.

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