FERNANDO SEBASTIÁN | Cardenal arzobispo emérito y asistente al Sínodo extraordinario
“Para ser capaces de vivir la vida familiar como Dios quiere hay que creer en Él y vivir piadosamente…”.
El papa Francisco ha apostado fuerte a favor de la familia. La atención a las familias tiene que ser en la Iglesia un objetivo central en la llamada a la evangelización. La familia es fuente de humanidad y transmisora de la fe en Dios.
El panorama actual de la familia es bastante preocupante. Está en marcha un proceso de secularización y privatización del matrimonio y de la familia. La lógica del egoísmo sustituye a la lógica del amor. Por este camino nos quedamos sin matrimonio y sin familia. Una sociedad sin familias estables es una sociedad sin amor, una sociedad de individuos solitarios cerrados a los demás y cerrados a la invocación de Dios.
La Iglesia siente la urgencia de proponer a las nuevas generaciones la visión cristiana de la familia, fundada en una alianza de amor integral y definitivo entre varón y mujer y abierta a la multiplicación y al cuidado de la vida. En estas familias vivimos la experiencia del amor verdadero, un amor como lo vivió Jesús, un amor que viene de Dios y lleva a Dios; un amor incondicional, generoso, fiel, un amor que crece y se abre a los demás, un amor que da vida y nos acerca a la generosidad y a la felicidad de Dios.
No tienen razón los que acusan al Papa y a los sinodales de querer cambiar la doctrina. Queremos que los cristianos vivan mejor el proyecto de Jesús sobre el matrimonio y la familia. Y también queremos ayudar a los que han fracasado en su vida familiar para que vean en la Iglesia la mano misericordiosa de Jesús. Nadie debe desear ni temer otra cosa.
Para ser capaces de vivir la vida familiar como Dios quiere hay que creer en Él y vivir piadosamente. ¿Cómo hacer para que los que se casan por la Iglesia se casen de verdad según el plan de Dios? ¿Cómo hacer para que los chicos y chicas que reciben la Confirmación piensen en construir una familia según el plan de Dios? Este es el problema.
En el nº 2.917 de Vida Nueva
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