El tiempo ‘kairós’ y el tiempo ‘cronos’

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Comienza un nuevo año. El tiempo, gran escultor, avanza raudo y se instala en nuestras vidas; o mejor, somos nosotros los que nos acurrucamos por entre las manecillas del reloj, escabulléndonos de su paso, aprovechando su carrera, o escamoteando la fuerza de su vendaval. El tiempo del cronómetro nos envejece, mientras que el tiempo que nos sitúa en el kairós de Dios nos rejuvenece. Hay dos tiempos en los cristianos. Uno, el que nos sitúa de cara a la historia con nuestra corporeidad, y el otro el que nos sitúa con nuestro espíritu. Conjugamos los dos tiempos amoldándolos para que todo adquiera pleno sentido. Al comenzar un nuevo año, el tiempo se levanta enhiesto, arrogante, purificador, terapéutico, soñador y nos toma de la mano para seguir el camino con las nuevas cosas que nos depara en la esquina. Esas esquinas del tiempo en donde nos sorprende el dolor y la caricia; el bálsamo y la puñalada. Los cristianos venimos de muy lejos, con los pies descalzos pisando el calendario y con la mirada puesta al frente, moldeando la historia a golpes de sueños. Comenzamos un año en medio de dificultades que la Historia ha preñado en formas de crisis y de desamparo, pero tenemos la semilla de un tiempo nuevo en el que todo encontrará su luz resplandeciente. Es esa semilla la que nos lanza a la aventura de adelantar el cielo. Es el kairós, el hoy de Dios que nos sitúa en el corazón de la esperanza, de la alegría y del gozo. Un año más para rejuvenecer en el kairós; un año más para envejecer en el cronos. Ésa es la diferencia del tiempo para los cristianos que, en medio del calendario, buscamos la luz del mañana.

Publicado en el nº 2.689 de Vida Nueva (del 2 al 8 de enero de 2010).

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