SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona
“Es sugerente leer el Evangelio en clave de “virtudes” para dar, también así, una nueva dimensión a los ‘valores’ que vivimos y transmitimos…”.
Es muy frecuente entre nosotros hablar de “valores”. También en muchas conversaciones compartimos valores que pueden ayudar a reforzar aquella madurez humana que todos deseamos. Optar por la educación en valores nos ha abierto a compartir ideas, actitudes y proyectos educativos que han hecho más fácil el diálogo y muchos pactos de cooperación.
En este proceso, el Evangelio ha sido una fuente privilegiada para acceder al mensaje que Jesús nos ofrece y descubrir en él aquella forma de vivir la fe cristiana a partir de compromisos muy concretos basados en el respeto a la dignidad humana, a la libertad, a la responsabilidad, a la solidaridad. También los “valores” que se descubren en el Evangelio están ofreciendo un caudal de vida a nuestra convivencia humana.
Sin embargo, me parece importante, para el momento actual y ante la necesidad de poner un fundamento sólido a una forma de ser y de actuar basada en los “valores”, proponer la originalidad cristiana de las “virtudes” como fuerza interior, espiritual, que capacita para hacer el bien en todas sus dimensiones. Es algo tan propio de nuestro ser cristiano que puede ser ofrecido y vivido como don y fuerza que proviene de Dios.
Forman parte del tesoro más antiguo de la comunidad cristiana, y que llamamos “teologales”, las “virtudes” de la fe, la esperanza y la caridad, dones que orientan nuestra vida desde Dios. En estrecha relación, las “virtudes” de la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, también percibidas desde la fe, y a las que damos el nombre de “cardinales”, y que hay que acoger y hacer fructificar.
Para ello, es sugerente leer el Evangelio en clave de “virtudes” para dar, también así, una nueva dimensión a los “valores” que vivimos y transmitimos. Pongamos fe, sabiduría, oración y estudio.
En el nº 2.870 de Vida Nueva.