El viejo zorro y sus viejas artimañas

Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y escritorJESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor

“Lo de Rubalcaba con la Iglesia no es una simple obsesión; es mucho más que eso, es casi un reflejo condicionado, un tic nervioso…”.

Lo de Rubalcaba con la Iglesia no es una simple obsesión; es mucho más que eso, es casi un reflejo condicionado, un tic nervioso. Aunque trate de disfrazar de racionalidad los argumentos que repite una y otra vez, el tufo a argucia pobre, elemental y trasnochada se le escapa por todas partes. Esa constante amenaza de revisar los Acuerdos con la Santa Sede es vaga y torpe.

Rubalcaba actúa siguiendo un protocolo político gastado, que solo sirve para la autocomplacencia de sus aduladores, de una minoría ya anquilosada y nostálgica del modus vivendi de la política; esos que se creen que la sola mención de la Iglesia católica les va a garantizar el altavoz de los medios.

A este viejo zorro que se ha pasado la vida empingorotado en el poder habría que echarle en cara el paro, el despilfarro, la corrupción y la crisis, que debería avergonzarle, taparle la boca y ponerle el rabo entre las patas. Habría que restregarle por la cara los más de tres millones de personas que reciben la asistencia de la Iglesia, que cubre una serie de campos a los que no llega el Estado. Porque, aunque se habla de Cáritas, también están ahí Proyecto Hombre, la Pastoral Penitenciaria, las leproserías o la atención a los enfermos de sida.

Tengo íntimos amigos socialistas que me dicen que esta controversia está fuera de lugar, que disgusta a los católicos del PSOE. Porque no es sino un guiño a unos fantasmagóricos votantes radicales en tránsito hacia Izquierda Unida; es decir, pura demagogia.

En el nº 2.850 de Vida Nueva

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