(+ Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)
“A pesar de las dificultades que hoy la educación entraña, no se puede olvidar que está en nuestras manos educar a niños, adolescentes y jóvenes, y que de cómo lo hagamos depende su futuro. Pero sólo haremos lo que conviene a la situación actual si la educación se apoya en bases sólidas”
Según parece, la idea de unir este sustantivo con este adjetivo (emergencia educativa) hay que aplicársela al Santo Padre Benedicto XVI. Al menos, ha sido él quien la ha planteado en diversas ocasiones, tanto ante la Conferencia Episcopal Italiana como en su misma diócesis de Roma. Al unir estas dos palabras está invitando a convertir la educación en un gran proyecto; el que, de hecho, va a ocupar a la Iglesia italiana durante los diez próximos años. Pero, aunque la idea sea muy válida, no se ha llegado a ella por una simple intuición. A la convicción que mueve este proyecto educativo se ha llegado tras un análisis de la situación hecho con profundidad y seriedad; y, a partir de sus conclusiones, se ha tomado conciencia de que educar ha de ser la prioridad pastoral por excelencia.
Decretar la emergencia educativa es una decisión extraordinariamente lúcida que debería tener muchos seguidores, también en España. Tanto la educación en general como la educación cristiana en particular, a pesar de los esfuerzos que en muchos casos se hacen, presenta claras deficiencias que necesitan una pronta solución también entre nosotros; es decir, necesitan un proyecto que enderece su rumbo. Ahora que comienza el curso tanto en los centros educativos como en las parroquias, es necesario que los currículos de la enseñanza y de la catequesis tengan la tensión y la pasión que hoy requieren los desafíos del momento y la urgencia educativa que éstos demandan. A pesar de las dificultades que hoy la educación entraña, no se puede olvidar que está en nuestras manos educar a niños, adolescentes y jóvenes, y que de cómo lo hagamos depende su futuro. Pero sólo haremos lo que conviene a la situación actual si la educación se apoya en bases sólidas: en itinerarios educativos seguidos con seriedad y asiduidad en sus propuestas; hechos por el testimonio de verdaderos maestros; apoyados en la seriedad y el esfuerzo; sostenidos en la transmisión de certezas y de valores; y configurados para formar personas sólidas y auténticos cristianos.
En el nº 2.722 de Vida Nueva.