CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
El disparate fue de antología. Y el escándalo de muchos lectores sobrepasó los límites habituales. En la crónica del diario local sobre la fiesta del Corpus Christi se explicaba que los niños danzantes eran los únicos que tenían el privilegio de mantener cubierta la cabeza ante el fetiche de la eucaristía. Al final, todo quedaría en reconocer, por parte del cronista, su ignorancia sobre lo que significaba el término tan inadecuadamente empleado: donde dije… Quería hablar de misterio, sacramento…. ¡Es que en este país…!
Es frecuente oír la expresión “en este país” empleada en sentido negativo, que se traduce por lamento de la situación o propuesta clarividente de lo que habría de hacerse para salvar “el país”. Si, de paso, se pone de chupa de dómine a quien sea, y a causa de su ineptitud, tanto mejor.
En el ámbito eclesial ocurre un tanto de lo mismo: es que la Iglesia lo que tenía que hacer… Y se reduce el ámbito de la culpabilidad, o del descuido, a los pastores. Con lo que se exime –el que demanda arreglo y propuesta de programa– de responsabilidad y compromiso alguno. En estas expresiones, con apariencia de juicioso análisis y sabias propuestas para el futuro, no deja de vislumbrarse algún síntoma del “síndrome del retrovisor”. Vamos, que el analista y profeta no ve en el camino más que la imagen del espejo que ha puesto ante su cara.
En psicología se estudia un estado particular de la persona llamado catatimia: una deformación de la realidad según el estado emocional del individuo. La mirada según el color del cristal, de lo que hablaba Campoamor. Juan de Ávila, maestro del espíritu y las letras, decía que mirarse mucho a uno mismo trae desmayo. Habrá, pues, que poner luces largas y ampliar horizontes, para analizar el presente y para construir responsablemente el futuro. Los principios de participación, corresponsabilidad y subsidiariedad serán un buen criterio para avanzar.
En cuanto a la Iglesia, el papa Francisco advertía y recordaba. La advertencia se refería a la globalización de la indiferencia, motivada por la cultura del bienestar que nos anestesia y hace perder la sensibilidad ante el sufrimiento de los demás. Lo del recuerdo se refería a que la Iglesia es una casa con las puertas abiertas, “pero no como aduana por la que hay que pasar, sino la casa paterna a la cual se llama” (exhortación Evangelii gaudium).
En el nº 2.994 de Vida Nueva