JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Era de esperar que, ante el nombramiento de Gil Tamayo, aflorase su vinculación al Opus Dei. A nadie se le oculta que su espiritualidad sacerdotal está ligada a la Obra, si bien todos coinciden en decir que es un rara avis, en el buen sentido.
No pertenece a la Prelatura. Es cura diocesano. Vienen a la memoria aquellos años finales de los 70 y comienzos de los 80 en la diócesis de Badajoz. El Opus Dei tenía una gran influencia en aquel seminario y ayudó a muchos en su vida interior, como lo hicieron otras espititualidades de cuño más social y distinto.
Cuando se ordenó sacerdote, ya llevaba la impronta de esta espiritualidad. Nada malo va en ello, pero hay que destacar que fue el arzobispo Montero quien marcó su vocación periodística dentro del sacerdocio. Su actual arzobispo, García Aracil, siempre respetó y valoró la tarea.
Los adjetivos no son importantes. El sustantivo es lo fundamental. Catalogar al nuevo secretario como una cuña del Opus Dei en Añastro quizás no sea del todo acertado, aunque cerrar los ojos a esa realidad sería de una infantil candidez. Y es que en Añastro los hay de todos los colores. La cosa es aprender a conjugarlos.
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En el nº 2.872 de Vida Nueva