JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
“Hamaca, maíz, cacao, chocolate, cacahuete, tomate, caoba, jícara, chicle, hule, petaca (…)”. Son palabras que el 6 de junio de 1965 estaban más que registradas en el vocabulario de todos los españoles. Pero dichos sustantivos no nacieron aquí. Los heredamos de la otra orilla del Atlántico.
En el nº 472, Faustino Martínez Goñi sostiene que, “en el vocabulario español, las lenguas indígenas del Nuevo Mundo dejaron muchas palabras y no desprovistas de belleza”. Diez números antes, una revista sometida al yugo de un búnker acostumbrado a denostar a las familias lingüísticas que cruzan la frontera del castellano, lanza un reportaje firmado por el mismo autor, titulado ‘El catalán, idioma de cinco millones de personas’. Dos meses después, Vida Nueva reemprende su empresa ensalzando el ubérrimo pluralismo de los españoles.
El articulista extracta la Dialectología española, publicación en la que Vicente Alonso Zamedia estudia con rigor la diversidad lingüística del idioma. Era un período en el que solo encajaba un país monolítico. En la arena política se escuchaba una sola voz. Pero la sociedad empezaba a formar un coro compuesto cada vez por más vocalistas. Sopranos, mezzosopranos, contraltos, tenores, barítonos y bajos querían despertar a unos españoles que, habituados al mantra del vivan las caenas, habían caído en una siesta profunda. Algunas voces exiliadas en el extranjero afinaban una Libertad sin ira, que una década después se escucharía como obertura de la Transición.
Los años transcurrieron y, mientras unos componentes del coro se cansaron, a otros le diagnosticaron afonía y muchos se dieron de baja. Las voces no vibraban equilibradamente en la acústica del nuevo escenario. Y España se convirtió en un omnipotente dueto.
Hoy, quienes han vivido bajo el patrocinio del dúo, se sienten aterrados ante la regeneración del coro. Temen que los neófitos reproduzcan disonancias que acoplen los micrófonos. Pero la voz del pueblo ya ha hablado por el micrófono de la democracia. Ahora, cada miembro de la schola calienta su voz con distintas tesituras y acentos. Si no excluyen al dúo, y se despojan de revanchismo, esta coral podría ser internacionalmente reconocida como un gran orfeón.
En el nº 2.944 de Vida Nueva