ÁLVARO RODRÍGUEZ ECHEVERRÍA, superior general de los Hermanos de las Escuelas Cristianas | He tenido la oportunidad de participar en tres sínodos de los obispos como auditor, y del que me siento más satisfecho es del Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Y no porque considere que todo haya sido positivo. La misma metodología de los sínodos conlleva muchas limitaciones y una primera etapa de una gran dispersión. Posiblemente, si se centrara en algunos puntos neurálgicos sería más eficaz.
Una primera impresión positiva es el Mensaje. Sin negar los obstáculos que encuentra hoy la evangelización, tiene una visión pastoral abierta y acogedora que muestra simpatía y amor por el mundo creado por Dios, por el ser humano y sus realizaciones.
Ha sido también el Sínodo en que he sentido más la apertura por parte de la Iglesia y la respuesta respetuosa y amistosa de los delegados fraternos. Sus palabras me han llegado profundamente y veo que en este tema podemos trabajar juntos en actitud ecuménica, de diálogo y mutuo enriquecimiento en la nueva evangelización. Valoro mucho sus palabras tan positivas sobre el Vaticano II.
También valoro positivamente tres temas que siento más cercanos por mi vocación religiosa. El tema de la Vida Religiosa, más valorada que en los sínodos anteriores, el tema de los jóvenes llamados a ser no solo receptores pasivos, sino sobre todo agentes activos de la nueva evangelización, y el tema de la educación como un campo propicio para la misma.
Otra sorpresa positiva es ver que hoy, en todos los continentes, se valoran y alientan las comunidades eclesiales de base o las pequeñas comunidades como medio privilegiado y ayuda eficaz para las parroquias.
Otros dos temas que me gustaron fueron el de promover una cultura de la vida entendida como vocación y la llamada a una conversión pastoral.
Faltan respuestas concretas
Entre las limitaciones, a la señalada antes sobre la metodología y a la dispersión, añado el hecho de que en las proposiciones no haya más novedad ni se responda directamente a las problemáticas que estamos viviendo hoy en la Iglesia y que necesitarían respuestas inmediatas o iniciar un discernimiento que lleve a estas respuestas. El estar algunas veces mas centrados en la Iglesia que en Jesucristo y el Evangelio. Me parece que lo esencial es volver al Jesucristo del Evangelio, conocerle mejor y hacer de Él la norma y dirección que la Iglesia debe seguir.
No siempre percibí, aunque sí hubo intervenciones muy hermosas en esta línea, la llamada a vivir una Iglesia más humilde, más compasiva, más cercana y un Dios que en Jesús de Nazaret se manifestó como misericordia, ternura, afecto y entrega a los más necesitados. Finalmente, me quedó la impresión que hay un cierto temor a perder ciertas cosas o privilegios que, a fin de cuentas, no son tan evangélicos y cuya pérdida nos identificaría más con los pobres, los primeros destinatarios de la Buena Nueva y el criterio de su autenticidad según el Señor Jesús.
En el nº 2.822 de Vida Nueva.