XISKYA VALLADARES, religiosa, filóloga y periodista |
Hace relativamente pocos años que la Iglesia y sus instituciones nos hemos subido al carro de las redes sociales. Quizás mucho más tarde de lo que las marcas, los políticos, los famosos y la gente en general ya lo había hecho. Tal es así que, cuando hablamos de redes sociales, la mayoría pensarán en Facebook o en los problemas y riesgos que estas han acarreado.
De hecho, en nuestros ambientes católicos sigue habiendo más literatura contraria al uso de las redes que la que puede animar a aprovecharlas como una oportunidad de evangelización o transmisión de valores.
Pero no me voy a centrar ni en los riesgos ni en las oportunidades. Me parece que ya hay un grupo importante que sí ha comprendido la necesidad de estar presentes en el Continente Digital. Y sí, algunos ya estamos, pero ¿ahora qué? ¿Ahora qué hacemos, cómo gestionamos nuestras cuentas, cómo estamos presentes, qué contenidos comunicamos?
Es mucho más fácil responder a estas preguntas cuando se trata de cuentas personales, no así cuando lo que está en juego es el nombre de la institución a la que representamos.
Ya hemos tomado conciencia de que
hay que estar también en el Continente Digital.
Ahora se debe estar con profesionalidad,
sin que por ello se pierda el sentido evangélico.
En lo que llevo de andadura por Twitter, encuentro muy pocas cuentas católicas institucionales españolas; de hecho, creo que no llegan a 30. Muy diferente es el caso de Facebook. Decidir estar en una red o no es la primera decisión estratégica que debemos tomar.
¿Por qué estar? Podemos tener muchas razones, pero como católicos hay una que seguro no se escapa a nadie: porque ahí es donde está la gente, especialmente nuestros jóvenes. Un 73% de los usuarios de Twitter tienen entre 15 y 25 años. Y no podemos esperar a que ellos vengan, sino cumplir el mandato de Jesús: “Id y evangelizad”. Hay un imperativo en el verbo ir que es ineludible.
Pero una vez que estamos, ¿qué? Una cosa está clara en los social media: es mejor no estar que estar mal. Pero para estar bien necesitamos personas preparadas y con cualidades necesarias. Un community manager, además de conocer muy bien la herramienta, saber medir el grado de influencia, crear estrategias adecuadas al objetivo, seguir un plan de comunicación online, debe ser alguien sociable y en nuestro caso alguien que, además, se identifique con el Evangelio.
Todo esto requiere tiempo, que muchas veces se traduce en dinero. El segundo punto que debe quedar claro, por tanto, es el objetivo general y los objetivos particulares de nuestra cuenta. Solo podremos crear estrategias eficaces si tenemos claro esto.
Ciertamente, en la mayoría de nuestros perfiles se nota mucha buena voluntad, pero no mucha profesionalidad. En mi opinión, ha llegado el momento en que las instituciones de la Iglesia nos tomemos en serio nuestra misión de comunicar también en el Continente Digital. Ya hemos tomado conciencia de que hay que estar. Ahora necesitamos tomar conciencia de que se debe estar con profesionalidad, sin que por ello se pierda el sentido evangélico.
En el nº 2.847 de Vida Nueva.