JOSÉ LUIS CORZO | Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid
Me aburre tanto discutir sobre la clase de Religión, que me obligo yo solo –entre bostezos– a repetir lo de 1975, cuando empezaba a explicarla en Magisterio y veía venir el desastre. La inercia de los protagonistas eclesiales y políticos se me hace insoportable (y no solo a mí): jamás otra alternativa que la sota o el rey. Para unos, es catequesis y debe salir de la escuela; para otros, elegirla es un derecho constitucional de los padres. Y dale, molino.
No puede ser verdad –me digo somnoliento– que el PSOE cuelgue ahora en su programa electoral eliminar la Religión de la escuela. No puede haber crecido tanto su ignorancia ni la de sus presuntos votantes. ¿Se creerá alguno que tal cosa identifica a la izquierda necesaria hoy en este país? ¿Y qué tiene eso que ver con la laicidad escolar? Se les murió a los socialistas Luis Gómez Llorente y ya no han vuelto a leer sus escritos.
Y es imposible que –Evangelio en mano y Francisco papa– no haya más argumento episcopal que el derecho de los padres a dar a sus hijos una educación conforme a sus creencias. Pero ¿dónde?, ¿en esa clase precisamente? ¡Así nos luce el pelo! La fe de nuestros chicos no brilla mucho, pero la ignorancia general juvenil sobre religión se ha hecho muy espesa; ahora que habría que distinguir chiítas y sunitas, católicos de sacristía y de periferia. ¡Ya podíamos haber ofrecido esa clase a los hijos de todos!
– Pero ¿sería catequesis o mera cultura religiosa?
El tedio de galgos o podencos espanta al caballo entre sota y rey: ni adoctrinamiento escolar ni antiguallas culturales; nos falta conocer mejor el fenómeno humano. Si la catequesis se fija en Dios, que esa clase describa con respeto a quienes creen en Él en cualquier religión. A los cristianos también nos hace falta.
En el nº 2.962 de Vida Nueva.