Fe y ciencia, amigas y compañeras de viaje

Fe y ciencia, amigas y compañeras de viaje

Raul Berzosa P(Raúl Berzosa– Obispo auxiliar de Oviedo)

“Ciencia y Fe no son enemigas ni pueden ignorarse. Están condenadas a entenderse para ser compañeras de viaje. Se necesitan y complementan. Cada una, a su nivel”

En una reciente conferencia  en Las Palmas, en relación al tema Fe-Ciencia, empecé con cuatro citas. La primera, de Galileo en el año 1615: “El propio Espíritu Santo no ha querido enseñarnos expresamente proposiciones de astronomía por ser ajenas a su propósito, o sea, a nuestra salvación… Yo podría decir aquí lo que escuché a un personaje eclesiástico elevado a la más alta categoría, a saber, que la intención del Espíritu Santo es la de enseñarnos cómo se va al cielo, y no cómo es el cielo”.

La segunda, de Stephen Hawking en Santiago, el 24 de septiembre de 2008: “Los físicos creen que el universo está gobernado por leyes científicas. Éstas leyes deben cumplirse sin excepciones o no serían leyes. Esto no deja mucho espacio para milagros o para Dios”. 

La tercera, de Caterina Pajchel: “Las ciencias nos han ayudado a eliminar a un Dios tapa-agujeros o tapa-vacíos, a no utilizar a Dios para explicar las preguntas científicas que quedan por contestar… No puedo aceptar la Biblia como un libro de texto para las ciencias naturales… Sin embargo, como creyente, me atrevo a hablar de la Verdad, con V mayúscula”. 

Y la cuarta, de Benedicto XVI (30 de octubre de 2008), a la Pontificia Academia de las Ciencias: “La ciencia es un forma de participación de la verdad divina y es compatible con la Fe”… “El mundo, lejos de estar originado por el caos, se asemeja a un libro ordenado… Quedan en evidencia relaciones indiscutibles en el mundo inorgánico entre microestructura y macroestructura; en el mundo orgánico y animal entre estructura y función; y en el mundo espiritual entre el conocimiento de la verdad y la aspiración a la libertad”.

La apuesta es clara en pleno siglo XXI: Ciencia y Fe no son enemigas ni pueden ignorarse. Están condenadas a entenderse para ser compañeras de viaje. Se necesitan y complementan. Cada una, a su nivel. La meta, como la Verdad, es única: regresar al Hogar del cual salimos, al seno de un Dios Uni-Trino; donde todo nace, crece, se sustenta y se expande. Un reto y una esperanza.

En el nº 2.637 de Vida Nueva.

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