La crisis financiera global ha provocado que los países más ricos giren la cabeza hacia los emergentes para buscar medidas que frenen la hecatombe económica. Prueba de ello es la cumbre del G-20, que agrupa al G-8 (los más ricos del mundo) y al G-5 (emergentes), además de representantes de los cinco continentes. Celebrada en Washington el 15 de noviembre, en ella se acordó que “en las instituciones económicas que nacieron de Bretton Woods (el FMI o el Banco Mundial), las economías emergentes y en desarrollo, incluyendo los países más pobres, deben tener mayor voz y representación”. Una promesa que parece aún lejana. Cierto es que pocas son las recetas económicas que puede ofrecer África, pero clama al cielo que en esa cumbre únicamente Suráfrica haya representado al continente. De haber contado con otras voces, los titulares de prensa habrían sido diferentes.
En el nº 2.637 de Vida Nueva.
