George Bush llora en la tierra

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Hemos visto llorar a George Bush, no con lágrimas furtivas, sino con ojos anegados y agazapados a la ventana mediática. Lágrimas que caen en otros charcos de dolor, lodazal de tristeza, detritus de dignidad. Llueve sobre mojado. Al fin y al cabo, las lágrimas, lágrimas son, aunque sean del Number One. He recordado a Werenfried Van Straaten y su Dios llora en la tierra. No es que Bush sea Dios, pero In God we Trust. Ya me entienden. Unas lágrimas llaman a otras tirando de inventario. Las hay de muchas clases. Las hay de ira, de dolor, de tristeza, de desesperación, de alivio, de orgullo, de éxtasis, de felicidad. Las lágrimas son la sangre del alma y cada una encierra una verdad. Para algunos es la última sonrisa del amor y, para otros, señal de la rabia. Tienen, incluso, un lenguaje, descrito por Jeffrey Kottler. También Jesús lloró por la muerte del amigo y derramó lágrimas ante la ruina de Jerusalén como hay quien hoy llora por la ruina en los países vendidos a los señores de la guerra. Tardan en irse las lágrimas de los ojos de la Humanidad porque persisten las causas que las causan y tardan en irse cuando es la conciencia la que despierta del dulce sueño. La lágrima y el dolor están en la misma banda. Dice el Evangelio que los que lloran, reirán ,y que la tristeza se volverá gozo. Todo ello cuando las cosas vuelvan a su sitio y no haya lágrimas que se puedan evitar y lutos que se puedan ahorrar. Los que segaban con lágrimas, cosechan entre cantares. Sólo un deseo: que los llantos de hoy no apaguen ni silencien los gritos que buscan un mundo mejor en el que las lágrimas sean sólo de emoción. George Bush ha llorado mientras sigue avanzando la guerra.

Publicado en el nº 2.609 de Vida Nueva (Del 19 al 25 de abril de 2008).

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