(Francisco M. Carriscondo Esquivel– Profesor de la Universidad de Málaga)
“Quienes se acercan a otro tiempo con cualquier intención que no sea la de conocerlo realmente, procuran que la historia se ajuste a sus intereses, para así propinar guantazos a diestro o a siniestro. En cambio, si el historiador quiere conocer realmente el pasado debería despojarse de la mirada del presente e intentar comprender la situación desde el mismo antaño”
El recientemente fallecido historiador Tony Judt, en su magnífica colección de ensayos titulada Sobre el olvidado siglo XX (2008), nos brinda una excelente lección acerca de cómo debe narrarse la historia. Peor que el olvido, o incluso que el desconocimiento, es traer el pasado al presente según quiera el ahora. La historia entonces no se escribe, sino que se reescribe en función de unos determinados intereses por parte del poder y los grupos de presión. El volumen que conforman los acontecimientos históricos es poliédrico y no es de rigor que se convierta en una simple entidad bidimensional constituida por buenos y malos, demócratas y antidemócratas, libertarios y opresores… Tal como está sucediendo en cierto discurso historiográfico sobre el pasado reciente.
Quienes se acercan a otro tiempo con cualquier intención que no sea la de conocerlo realmente, procuran que la historia se ajuste a sus intereses, para así propinar guantazos a diestro o a siniestro. En cambio, si el historiador quiere conocer realmente el pasado debería despojarse de la mirada del presente e intentar comprender la situación desde el mismo antaño, habitando el espacio e imbuyéndose de los sentimientos, ideas y creencias de quienes lo moraron. Pero para ello es necesario mucho esfuerzo, interminables horas de estudio y de comprensión de los vestigios del ayer. Como no se proceda con este rigor, todo lo que nos cuenten, más que historias, serán historietas.
En el nº 2.725 de Vida Nueva.