(Ramón Armengod– Embajador de España) El ser humano se hace trabajando en la sociedad por sí mismo y para los suyos. Ahora bien, la productividad no depende del número de horas, sino del modo como se trabaja. España tiene, junto con otros dos países mediterráneos, la productividad más baja dentro de la Unión Europea, a pesar de que nuestros horarios figuran entre los más largos: el productor se cansa, pero no mejora el contenido ni los objetivos de su trabajo. No se ha experimentado aún la flexibilidad de horarios con jornadas intensivas, extensivas o reducidas… Ni tampoco sabemos cuál será la productividad del trabajo hecho en casa con tecnología proporcionada por la empresa o por el empleado mediante Internet.
ARHOE (Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles) actúa de observatorio de esta situación y propaga su mensaje para ayudar a mejorar la sociedad española a través del factor tiempo. Su iniciador, D. Ignacio Buqueras y Bach, también presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, y sus colaboradores se han consagrado a la tarea de difundir este mensaje que afecta a la familia tradicional, objeto del cuidado y preocupación de la Iglesia católica, especialmente ahora ante los cambios patrocinados por ideologías y gobiernos que desean crear otros tipos de familia.
Aunque la causa principal del desmantelamiento de la familia patriarcal haya sido el cambio del estatuto femenino, la igualdad jurídica y social entre sexos y la participación femenina en el mundo de la empresa y de las finanzas, su sucesora, la familia nuclear, necesita el apoyo social para educar a sus hijos y atender a sus padres cuando ya no pueden valerse por sí mismos.
Se trataría, pues, de que la empresa participase en esa labor de apoyo, reconociendo el derecho de la pareja hombre-mujer, con obligaciones familiares, a flexibilizar su horario de trabajo, lo que se conoce como “conciliación entre vida laboral y familiar”, aplicable en primer lugar a la esposa.
Fortalecer y coordinar
La participación del hombre en las tareas domésticas es todavía imperfecta (“las mujeres han salido de casa, pero los hombres no han entrado en ella”), y nuestro país lo prueba. Ahora es más sensato fortalecer la vida familiar para amortiguar el estrés y las tensiones, coordinando los horarios públicos con los escolares y con los comerciales; no hay que prolongar la jornada escolar, sino acortar la jornada de trabajo de uno, por lo menos, de los progenitores.
Para redondear esta planificación, los horarios comerciales deberían ser flexibles y los medios de comunicación (radio, televisión, espectáculos…) deberían ajustar su programación a unos horarios familiares sanos.
Ello supondría acercar nuestros horarios a la media de los horarios de los demás países europeos, lo que facilitaría, además, la coordinación y conexión con sus economías y sociedades, no como ahora, que horas de trabajo españolas son tiempo para el almuerzo europeo y, sobre todo, cuando ya ha terminado la jornada de trabajo en los países de la Unión Europea.
Queda otra cuestión, que debería ser examinada y apoyada por la Iglesia y por los defensores de la familia tradicional: con la actual ideología empresarial, que aplica a la mujer las normas utilizadas para la promoción de los hombres (vivir para la empresa, dejar lo familiar en otras manos, etc.), se provoca una disminución de la natalidad que tiene poco que ver con la frivolidad y falta de valores que ensancha el erotismo a costa de la limitación de las futuras generaciones.
Por tanto, la conciliación entre trabajo y familia en la mujer no es un asunto sólo de horarios, sino una cuestión primordial para garantizar la creación de futuras generaciones y la realización de las personas en la familia, como defiende la Iglesia católica. Por consiguiente, es extraño no ver recogido en homilías, cartas pastorales y documentos de la jerarquía un tema clarísimo de Doctrina Social de la Iglesia: la defensa de la conciliación entre familia y trabajo, primordialmente en el caso de la mujer, pero ¿por qué no, dado el porvenir feminista que parece probable en el siglo que ahora comienza, también para los futuros padres que compartan no sólo la manutención familiar sino las cargas diarias del hogar?
Mientras tanto, merece la pena que apoyemos a ARHOE, extendamos su mensaje y agradezcamos sus iniciativas para la construcción de un mundo más armónico y humano y la defensa constante de la familia cristiana.
En el nº 2.654 de Vida Nueva.