BORJA VIVANCO DÍAZ, doctor en Economía y licenciado en Sociología | Juan Pablo II escribió que “la universidad nació desde el corazón de la Iglesia” (Ex Corde Ecclesiae). Pero podríamos añadir que la Compañía de Jesús germinó, asimismo, en el corazón de la Iglesia católica; y que, además, nació en una universidad: La Sorbona, la Universidad de París, el centro de educación superior más brillante del siglo XVI. Allí, un grupo de estudiantes, media docena, no más, provenientes casi todos de la Península Ibérica y capitaneados –cómo no– por Ignacio de Loyola, cofundaron la Compañía de Jesús.
Pronto los jesuitas inauguraron sus propias universidades. Así, corría el año 1547, y en la ciudad de Gandía, de la mano de Francisco de Borja, la Compañía de Jesús fundó su primera universidad. Desde mediados del siglo XVI hasta hoy, docenas y docenas de universidades han sido creadas bajo su patrocinio.
No hay red universitaria, de iniciativa social, de tanta envergadura como la de la Compañía de Jesús. Se calcula que más de 600.000 alumnos estudian en sus más de 200 universidades repartidas por todo el planeta.
España es el país europeo con más número de ellas. Bilbao, San Sebastián, Madrid, Barcelona, Sevilla, Córdoba, Granada, Valladolid, Santander, Úbeda o Santiago de Compostela tienen universidades o colegios mayores vinculados a la Compañía de Jesús. Universidades pontificias, universidades privadas, fundaciones… constituyen un abanico de fórmulas que el Derecho Civil o el Canónico prevén, y en las que se traduce la presencia de la educación superior de la Compañía de Jesús en España.
Hoy, estas universidades españolas están inmersas en un proceso de integración que las transforme en un único sector apostólico, y en el marco de una sola provincia canónica que unifique a las cinco anteriores.
La Congregación General XXXV (2008) insistió en la necesidad de integrar provincias para responder mejor a retos comunes y, gracias a nuevas plataformas territoriales y locales, sin perder posibilidades de “localismo” o capacidad de “inculturación”.
Dos años después, en 2010, el superior general, Adolfo Nicolás, insistía –en su encuentro con universidades jesuitas de todo el mundo– en la necesidad de reforzar el trabajo en red: “Si cada universidad (…) es capaz de lograr tanto bien en la sociedad, ¿cuánto más podemos aumentar el alcance de nuestro servicio al mundo si todas las instituciones jesuitas de educación superior se convierten, por decirlo así, en un único proyecto social de carácter mundial?”.
La rápida capacidad de expansión de los colegios y las universidades jesuitas se debió al hecho de contar con un modelo pedagógico diferenciado, eficaz y con identidad propia, sustentado en la espiritualidad ignaciana y, además, en un plan de estudios detallado (Ratio Studiorum) que funcionó hasta finales del siglo XVIII.
La integración de las universidades jesuitas
de España en un mismo sector apostólico,
con un proyecto universitario común,
obligará a reforzar el fortalecimiento
de una misma identidad para todos los centros.
Por este motivo, los jesuitas pudieron replicar con relativa facilidad su método pedagógico de una ciudad a otra, de un país a otro más alejado, en América, Extremo Oriente o África. Contaban con instrucciones precisas para, enseñaran donde enseñaran, poder impartir retórica, gramática u otra materia de igual forma o elaborar un calendario de vacaciones del mismo modo.
Al mismo tiempo, casi reprodujeron, en no pocas ocasiones, el diseño arquitectónico de sus universidades. En Bilbao, por ejemplo, no solo la portada de la iglesia de los Santos Juanes evoca de inmediato a la fachada de la iglesia del Gesù de Roma. Además, el vestíbulo de la Universidad de Deusto recuerda enseguida al de la Universidad Gregoriana, fundada por Ignacio de Loyola en 1551.
La integración de las universidades jesuitas de España, en un mismo sector apostólico, con un proyecto universitario común, obligará a reforzar –más allá de la mera coordinación– el fortalecimiento de una misma identidad para todos los centros.
En este afán, y de modo particular, la educación superior de la Compañía de Jesús en España está tomando como referencia los discursos universitarios que el anterior superior general, Peter Hans Kolvenbach, pronunció por todo el mundo y que resumió en cuatro conceptos, rebosantes tanto de tradición jesuita como de los acuciantes desafíos del presente: utilitas (conocimiento práctico), humanitas (formación intelectual y racional), fides (dimensión religiosa) y iustitia (opción preferencial por los pobres).
En el nº 2.835 de Vida Nueva.
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