GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
Con este título, la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española ha aprobado una instrucción pastoral en la que se entra en el hiriente tema de la crisis que ha sacudido a nuestro mundo en los últimos años, una crisis que tiene rostros concretos. La crisis no es una realidad abstracta, es la realidad de muchos hombres y mujeres que sufren, de tantas familias que, en medio de nosotros, se ven faltos de lo necesario para subsistir. Hemos sido testigos de un paso atrás en el desarrollo humano y social, aunque también ha sido la oportunidad para mostrar el mejor rostro de una sociedad solidaria y sensible ante el sufrimiento de los demás.
En estas pocas líneas no pretendo explicar la Instrucción, ni siquiera presentarla. Solo resaltar dos principios que sustentan la aportación y el compromiso de los obispos: la dignidad de toda persona y el bien común.
La primacía en el orden social la tiene la persona. Todo está al servicio de la persona y de su desarrollo integral, también la economía. La crisis es la consecuencia de la instrumentalización del hombre, la reducción de lo humano al puro consumo. El desarrollo verdadero solo vendrá cuando pongamos al hombre en el centro.
Junto a la dignidad humana, el bien común, que es mirar más allá del propio bien, del bien individual, para buscar y luchar por el bien de todos. El bien común exige la justicia y la caridad. Caridad que es “un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, en favor de un mundo justo y más fraterno, con especial atención a las necesidades de los más pobres”.
Me gustaría que estas letras os animaran a leer, reflexionar, difundir y vivir la instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres.
En el nº 2.944 de Vida Nueva