(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)
“La organización Lumen Dei ha dado mucho que hablar desde su fundación (…) Hace unos meses, la Santa Sede detectó desacordes que desafinaban en temas sustanciales, pero sus llamadas de atención no fueron acogidas, de forma que acudió a una figura extraordinaria modelada para tiempos de crisis: el Comisario pontificio”
La organización Lumen Dei ha dado mucho que hablar desde su fundación. San Ignacio no quiso una rama femenina, pero, últimamente, sus hijos fundan con entusiasmo, no se sabe si por carencia o por abundancia.
Hace unos meses, la Santa Sede detectó desacordes que desafinaban en temas sustanciales, pero sus llamadas de atención no fueron acogidas, de forma que acudió a una figura extraordinaria modelada para tiempos de crisis: el Comisario pontificio. Nombraron a Fernando Sebastián, experto en vida religiosa y con buen sentido.
Estos religiosos piadosos no aceptaron al comisario por muy pontificio que fuera, recurrieron, maquinaron, utilizaron sus dineros y relaciones para ganar tiempo y para demostrar la razón que tenían quitándosela a quienes les amonestaban. No faltó, al menos, una terna episcopal que recibieron sus quejas, les dieron ánimo y se movieron en Roma. Llamativa actuación, sobre todo, la de un obispo que maltrata a los religiosos y procura maniatar su actuación en su diócesis, demostrando, una vez más, que el conocimiento del derecho no significa siempre actuar según derecho.
El Comisario, tras ocho meses de ninguneo por parte de los “lumenistas” y de carencia de apoyo por parte de estos obispos, marcó el 23 enero como fecha tope para que aceptaran la decisión romana y reconocieran al Comisario. He aquí, sin embargo, que a las ocho de la tarde del 22 llegó a Madrid un telegrama del cardenal Bertone en el que se posponía sine die la fecha tope de reconciliación. Otra muestra edificante del nuevo espíritu de misericordia que ha invadido el Vaticano. Lo sorprendente es que dos arzobispos influyentes conocieran el telegrama antes que Sebastián. ¿O no es sorprendente y lo que debe sorprender son los tejemanejes que han dado lugar a este telegrama? ¡Tiempos recios los nuestros!
En el nº 2.647 de Vida Nueva.