JAIME SEPTIÉN | Director de El Observador de la actualidad (México)
“Al llegar, encontraron que Von Balthasar, con su prestigio de teólogo importantísimo en el siglo XX, había bajado al pueblo a comprar chocolates, dulces y golosinas para los niños…”
Durante su reciente estancia en México, tuve la oportunidad de entrevistar y convivir con el filósofo francés Rémi Brague. Platicamos de muchas cosas. Pero una anécdota me llamó poderosamente la atención.
En vacaciones fueron a ver a su “nido de águila” en Basilea, Suiza, al gran teólogo Hans Urs von Balthasar. Sería hacia finales de los años 70 del siglo pasado (Von Balthasar nació en 1905 y murió en 1988, poco antes de tomar el capelo cardenalicio otorgado por Juan Pablo II). Los Brague, Rémi y Françoise, llevaban a sus hijos pequeñitos.
Iban de paseo, y eso lo supo el gran teólogo suizo. Cuál no sería la sorpresa que, al llegar, los Brague encontraron que Von Balthasar, con sus cientos y cientos de páginas publicadas, con su prestigio de teólogo importantísimo en el siglo XX, había bajado al pueblo, había comprado chocolates, jugos, dulces y golosinas para los niños y, no conforme con ello, les compró juegos y les inventó dinámicas para que no se aburrieran con la plática de los adultos.
Rémi Brague, Premio Ratzinger de Teología 2012, autor de una obra filosófica poderosa, profesor de La Sorbona, me dijo, conmovido: “Ese simple hecho sería, para mí, más importante en el proceso de canonización de Von Balthasar que toda su obra escrita y publicada en multitud de lenguas”.
De pronto, me vino a la mente el título del libro-testamento espiritual de Von Balthasar: Si no os hacéis como este niño… Se lo dije a Brague. Él no sabía que ese juego hermoso de kind como niño y como hijo era la conclusión de la teología de Von Balthasar. Tengo la impresión de que ambos entendimos mucho más, no solamente de Von Balthasar, sino de la santidad.
En el nº 2.892 de Vida Nueva