FRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga
“La Real Academia Española (RAE) celebra el tricentenario de su fundación y, por ello, se le han brindado varios homenajes, algunos más acertados que otros…”.
La Real Academia Española (RAE) celebra el tricentenario de su fundación y, por ello, se le han brindado varios homenajes, algunos más acertados que otros (no hay más que ver el flaco favor que le ha hecho la Academia de la Publicidad con un vídeo cargado de estereotipos).
A su vez, la Docta Casa ha sido la encargada de organizar, en colaboración con Acción Cultural Española y la Biblioteca Nacional, una exposición que se podrá visitar hasta enero de 2014.
Estructurada en siete secciones, echo en falta una dedicada al papel que la Iglesia, más concretamente la Compañía de Jesús, desempeñó en la fundación académica y en la gestación de la obra por la que, en primera instancia, fue creada: el Diccionario de autoridades (1726-39), hasta la fecha no superado.
Porque conviene recordar que, de los ocho académicos fundadores, dos son jesuitas: Bartolomé Alcázar y José Cassani. Porque, poco después de la fundación, el 3 de agosto de 1714, se sumaron Carlos de la Reguera y Vincencio Squarzafigo, alumno este último del Colegio Imperial de Madrid y hermano de un miembro de la Orden ignaciana, al que la RAE jamás podrá agradecer plenamente la labor desempeñada al frente de su primer diccionario, en el cual, para su confección, se volcaron obras de hasta veinticuatro autores de la Compañía.
Y porque el único diccionario que pudo hacerle sombra en su época es obra también de un jesuita: Esteban de Terreros y Pando y su Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-88).
En el nº 2.867 de Vida Nueva.