JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | E l año 2011 es el “Año de las Revueltas Juveniles”. Youth Riots que conforman la geopolítica mundial hoy: “Revolución de los Jazmines” en el Magreb, con epicentro en la Plaza Tahrir de El Cairo. En Siria, los jóvenes gritaron contra Al-Assad y en Israel, judíos, árabes y cristianos (¡oh, prodigio!) arremetieron contra la subida de precios. Las caceroladas en Santiago de Chile recordaron el asalto al Palacio de la Moneda, y en Madrid, el Movimiento 15-M, con parada en Sol, soliviantó el ritmo de una sociedad zarandeada por la crisis económica y política.
En Tottenham, Londres, 35 años después se evocó el London’s Burning del grupo The Clash. Oleadas violentas en Manchester y Liverpool pusieron contra las cuerdas a los bobbys ingleses. Aún suenan ecos de los brotes de violencia juvenil en la banlieue parisina en 2005 y asoman disturbios en Alemania. Twitter y otras redes sociales ocultas, como el famoso BBM, alentaron el cotarro con alaridos de guerra. Sirenas de alerta. Releo “¡Indignados!”, de Hessel: “Cuando alguien te atropella, la gente se vuelve militante, fuerte, comprometida”. Quién es el atropellado, me pregunto.
Sigue la Youth Revolution. Sartre dixit: “La esperanza siempre ha sido una de las fuerzas más grandes de las revoluciones (…). La violencia se opone a la esperanza. Es necesario preferir la esperanza. No debemos permitir que se acumule demasiado odio”. El odio asoma en las imágenes. “¿Qué está fallando?”, decía el londinense The Times. The Guardian se cuestionaba: “¿En dónde nos hemos equivocado?”, y el semanario católico The Tablet decía en portada: “What’s gone wrong?”.
A Benedicto XVI lo escuchaban jóvenes de casi 200 países,
llegados para celebrar
lo que ya se ha dado en llamar
la “Catholic Youth Pride”,
el Orgullo de ser jóvenes católicos.
En este escenario, la JMJ Madrid 2011. Una oleada juvenil distinta, pero también revolucionaria a su modo.
Al bajar del avión en la T4 de Barajas, Benedicto XVI decía: “Esta jornada nos trae un mensaje de esperanza, como una brisa de aire puro y juvenil, con aromas renovadores que nos llenan de confianza ante el mañana de la Iglesia y del mundo”. Lo escuchaban jóvenes de casi 200 países, llegados para celebrar lo que ya se ha dado en llamar la “Catholic Youth Pride”, el Orgullo de ser jóvenes católicos. El Papa lo recordó: “Vuelvo a deciros con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor”.
Y lo hicieron cantando alegres, rezando silenciosos, compartiendo sus experiencias abiertamente. El Papa se sumó a su alegría. Vino a confirmarlos en la fe. Con Orgullo y sin Prejuicio. Rebeldes con la tiranía; orgullosos de su fe. Jóvenes de Sudán o Irak saltaban por las calles. Nunca hubieran podido hacerlo en sus países. Aplausos al cruzarse los grupos de diversos países. Los unía la cruz que llevaban en la mochila o colgando del cuello más que las banderas multicolores que ondeaban.
Terrazas llenas. “Gente educada, muy educada”, decían los camareros. Jóvenes de clases medias, del montón, ni yuppies, ni pijos, ni beatos, ni santurrones; jóvenes de barrio y de ciudad; de pueblos y aldeas; de China o de la Patagonia. Había supervivientes de la masacre noruega y otros que llegaban de la Libia en guerra. Parques a rebosar, aceras ocupadas. La economía madrileña haciendo su agosto. El Samur, extrañado de que entre los atendidos no hubiera comas etílicos. Agua, sombreros, gorras, vaporizadores, fuentes y sombrillas para desafiar el tórrido sol agosteño.
El Retiro, un oasis. Allí, la carpa con la reserva eucarística, Adoremus. Al lado ,“Capacitados para el amor”, la carpa de los discapacitados. Al otro lado, la zona de confesionarios, no lejos de la única estatua dedicada al diablo en Europa, El Ángel Caído. Impresionante silencio, roto solo por la música de las casetas de la Feria Vocacional, tan llena, tan viva, tan olvidada por algunos, pese a su riqueza.
La Gran Vía, un río multicolor. Religiosas de Taiwán con jóvenes de Perú; clérigos de Nigeria con adolescentes francesas. La Gran Vía nunca duerme. “Gran Vía en Nueva York”, decía Ilya Ehremburg. Si querían verla vacía, no había nada más que asomarse a la exposición de Antonio López en el Thyssen, muy visitada estos días.
Obispos alucinando. Qué hacer cuando volvamos.
Sociólogos atentos; ateos cabreados;
políticos oportunistas;
cinco mil periodistas asombrados;
alegría, mucha alegría…
Un ambiente distinto para una revolución juvenil distinta. No se veían fotos del Ché Guevara o Camilo Torres. No era el Libro Rojo de Mao el que guardaban, sino el You Cat. No hubo fanzines, dazibaos, pancartas ni barricadas. Era la juventud del Papa. Tan solo protestas grotescas, con tufo obsoleto, calentadas por cristianos enredados y a su bola con estribillos ya muy rancios. No acierto a ver, por mucho que me esfuerzo, qué mal hacen estos chicos a gentes tan defensoras de la tolerancia y la no violencia.
Obispos alucinando. Qué hacer cuando volvamos. Sociólogos atentos; ateos cabreados; fuerzas del orden público entregadas; políticos oportunistas; voluntarios por doquier con sus camisetas verdes; cinco mil periodistas asombrados; canciones, muchas canciones; alegría, mucha alegría. Un Vía Crucis estremecedor y jóvenes de toda España anotando en sus agendas estos días históricos. Ni Madrid esperaba esta imagen tan propicia a la candidatura de los JJOO. Yes, we can.
Love revolution. Mucha propuesta; ninguna condena en las palabras del Papa. Herr Professor Ratzinger bebió en su juventud de aquella “literatura de los escombros”, de la que emergió la esperanza en una Alemania destrozada por el fanatismo. Era joven y buscaba esperanza. No ha reñido a los jóvenes. No ha evocado al Leviatán, ni al Gran Dragón chino, ni a la pérfida Babilonia.
Lamentable el discurso apocalíptico, un verso suelto, pero preocupante, de Kiko Argüello en el desafortunado acto, al día siguiente de la visita papal, en el mismo escenario. ¡Quiso corregir al Papa! El viejo Ratzinger les explicó las armas de la Love Revolution: “La gracia de Cristo derrumba los muros y franquea las fronteras que el pecado levanta entre los pueblos y las generaciones, para hacer de todos los hombres una sola familia”.
Decía aquella vieja pintada en el Odeón: “La novedad es revolucionaria; la verdad, también”. Búsqueda, propuesta y defensa de la Verdad. Es esta la raíz de la revolución cristiana que estos jóvenes ofrecen en el escenario del mundo hoy.
- A ras de suelo: ¡Esta es la “rica y plural” juventud del Papa!, por Juan Rubio
En el nº 2.765 de Vida Nueva.
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NÚMERO ESPECIAL de Vida Nueva
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