(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)
De la mano de Julian Jarrolds, llega la película Retorno a Brideshead, basada en la novela homónima del escritor londinense Evelyn Waugh (1903-1966). Él mismo nos cuenta que su retorno al cristianismo le devolvió sentido a una vida que había estado llena de “pereza, disolución y derroche”. La novela fue referencia para la sociedad británica de los años sesenta, como lo fueron las obras de Kingsley Amis, aunque en sentido distinto. El autor quiso mostrar un escenario humano perfeccionado por la Gracia. La película, destrozando una de las claves de la novela, muestra el perfil espiritual de los protagonistas señalando a la religión como tapón para el desarrollo personal. Traigo esto a colación por quienes siguen creyendo que la religión es castrante, que cierra vías, que cercena el futuro y que oscurece el porvenir de los jóvenes. Hay quienes han reducido el cristianismo a ideología y moralina y han olvidado lo que tiene de seguimiento y respuesta personal a una propuesta viva e ilusionante, transformadora del mundo. Los jóvenes de Brideshead, que el autor británico quiso ejemplificar de forma paradigmática, se hacen grandes preguntas, plantean inquietudes y tienen una fuerte interioridad. Son mucho más que un volcán en erupción, un huerto de pasión y un campo de vicio que la religión sofoca. Son, ante todo, interrogantes abiertos y horizontes de luz. No tienen por qué reproducir al Bradomín “feo, católico y sentimental” ni al “guapo, ateo y rebelde” Sebastián Flyte de la película. Los jóvenes son mucho más que ollas a presión con válvulas pecaminosas. Son vida y energía, y cuando el mensaje les llega como propuesta atrayente, son los primeros en responder.
Publicado en el nº 2.635 de Vida Nueva (Del 8 al 14 de noviembre de 2008).