P. AUGUSTO RÍOS ROCHA, secretario ejecutivo del Departamento de Familia, Vida y Juventud del CELAM
En América Latina y El Caribe, la Pastoral Juvenil Latinoamericana (PJL) ha asumido la invitación del papa Pablo VI a “construir la civilización del amor”, la cual fue retomada por Juan Pablo II y por el Episcopado Latinoamericano en Puebla, opción reconfirmada en Aparecida. Hoy, esta civilización se construye en la vivencia radical del discipulado misionero juvenil.
En cuanto acción pastoral, organizada por la Iglesia, la PJL y caribeña tiene la tarea de “propiciar el encuentro personal y comunitario de los jóvenes con Jesucristo, acompañándolos a descubrir, a seguir y a comprometerse con Él y su mensaje, para que viviendo su discipulado misionero, integrando su fe y su vida, se conviertan en protagonistas de la Civilización del amor”.
La pastoral juvenil, en cuanto acción eclesial, tiene una dimensión humanizadora, evangelizadora y vocacional. Como acción humanizadora –en el Padre–, acompaña al joven en la configuración de su identidad, intimidad y generatividad en Jesucristo, favoreciendo su proceso de madurez humana.
En cuanto acción evangelizadora –en el Hijo–, camina con el joven en su encuentro personal y comunitario con Cristo y su formación discipular misionera, alcanzando la madurez cristiana. En su dimensión de animadora vocacional –en el Espíritu del Resucitado–, peregrina con el joven en la construcción de su proyecto de vida según el plan de Dios.
No obstante, como se expresa en el Plan Global y Programas del CELAM 2011-2015, “somos testigos de que la evangelización de la Iglesia en América Latina y El Caribe no ha incidido suficientemente en los procesos de formación y en la generación de valores humanos y cristianos”.
Por ese motivo, el Departamento de Familia, Vida y Juventud del CELAM ha venido animando y acompañando la implementación del proyecto de revitalización de la PJL. Ese camino consta de cuatro etapas: fascinación, escucha, discernimiento y conversión, las que permitieron revisar el proyecto continental que ha venido construyendo la PJL conocido como “Civilización del amor”.
Cada vez más, la juventud empieza a
ser vista como un lugar teológico, de tal forma que
si antes se pensaba la pastoral juvenil como
un medio para llevar a Dios a los jóvenes,
hoy se considera que ir al joven
es ir al encuentro con Dios.
Este ejercicio de reflexión ha sido retroalimentado por los mismos jóvenes. Así, la propuesta de la pastoral juvenil, conservando su riqueza, adquiere ahora nuevas coordenadas bajo el título de Civilización del amor. Proyecto y misión, donde se contemplan las condiciones actuales en las que se inserta el mundo juvenil, y se integran las orientaciones pastorales de Aparecida.
De hecho, los obispos reconocieron que la juventud “representa un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús” (DA 443). Más aún, la juventud, con sus propias ideas, valores y dinamismo interno, está llamada a dinamizar el cuerpo social y eclesial y a renovar la cultura. Los jóvenes, sensibles a descubrir su vocación de amigos y discípulos de Cristo, desean ser Iglesia en la Iglesia a pesar de las brechas, las dificultades y las resistencias que se presentan.
Si bien es cierto que los jóvenes quieren ser escuchados, también quieren ser protagonistas de un nuevo tiempo. Ese es uno de los grandes retos de la pastoral juvenil: acompañar a los jóvenes para que, animados por su fe en Jesucristo, sean los protagonistas de la historia; lo han sido en otros tiempos, y hoy reclaman espacios a través de los cuales puedan construir una sociedad más humana, más justa, la anhelada Civilización del amor.
Cada vez más, la juventud empieza a ser vista como un lugar teológico, de tal forma que si antes se pensaba la pastoral juvenil como un medio para llevar a Dios a los jóvenes, hoy se considera que ir al joven es ir al encuentro con Dios. Todo esto implica conversión, como pide Aparecida; se requiere un cambio de estructuras, de la perspectiva de ver y valorar al joven, y urge salir a su encuentro con la pedagogía de Jesús.
Otro elemento que la pastoral juvenil está incorporando es la animación bíblica. La Etapa de la Conversión en la que nos encontramos propone seguir el proceso desde la mística de los lugares bíblicos; concretamente, se sugieren: Belén, como lugar para configurar un grupo, una comunidad; Nazaret, para reflexionar sobre cómo cuidar de la persona en las comunidades juveniles; Betania, como espacio de integración de los jóvenes; Samaria, para discernir sobre la fe y la mística; Jerusalén, referido a la participación social de las comunidades juveniles; y Emaús, para discernir sobre cómo dinamizar un grupo.
Los jóvenes, que un día fueron objetos de la evangelización, pasaron a ser sujetos, para convertirse en interlocutores. Habiendo experimentado su encuentro personal y comunitario con Jesucristo, son discípulos y misioneros de Jesucristo.
En el nº 2.858 de Vida Nueva