“Carrerismo y clericalismo” son las dos tentaciones de las que un obispo ha de huir
JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | El perfil de los obispos es un tema recurrente en el magisterio del papa Francisco. Lo repite muy frecuentemente, y en su elección considera que el discernimiento es fundamental para acertar.
Es verdad que ya los obispos no tienen tentaciones principescas, ni en ellos abundan quienes así lo crean, aunque en el escenario litúrgico se usen indumentarias de épocas renacentistas.
El Papa decía no hace mucho que el obispo no debe preocuparse solo por la disciplina, por las reglas, por los mecanismos organizativos, porque eso “siempre lleva a una pastoral distante de la gente, incapaz de favorecer y de obtener el encuentro con Cristo y el encuentro con los hermanos”, reafirmando que ha de estar siempre pendiente de todo aquello que mantenga unido al pueblo y promueva su esperanza.
En diferentes ocasiones, Bergoglio ha aludido a la enfermedad del ‘carrerismo’ y ha pedido que “eviten el escándalo, de ser ‘obispos de aeropuerto’”. Insiste con frecuencia en obispos que buscan una Iglesia de autorreferencia, con un narcisismo que conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado. “Carrerismo y clericalismo” son las dos tentaciones de las que un obispo ha de huir.
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En el nº 2.893 de Vida Nueva