CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“Quiere la COPE, y así figura en su Ideario, difundir la doctrina y actividad de la Iglesia, orientar la opinión pública con criterio cristiano y colaborar en la promoción humana, social y cultural de la sociedad. Todo ello exige un serio compromiso profesional y ético”
Vosotros sois la voz, pero solo Él es la Palabra. Conocida sentencia de san Agustín, en la que pone sobre aviso sobre cuál sea el puesto, la función y las competencias de cada uno.
La COPE, la querida Cadena de Ondas Populares, se define como una emisora generalista de inspiración cristiana. Muy bien. Pero, al fin y al cabo, solo una voz, con su propio sonido y diciendo muchas cosas, más que interesantes y gratas de escuchar.
La voz ha de ser clara, para que se oiga y ‘vea’ lo que se quiere decir. Sin ambigüedades ni recovecos, que más parecen laberintos y jeroglíficos radiofónicos que información objetiva sobre la noticia.
Quiere la COPE, y así figura en su Ideario, difundir la doctrina y actividad de la Iglesia, orientar la opinión pública con criterio cristiano y colaborar en la promoción humana, social y cultural de la sociedad. Todo ello exige un serio compromiso profesional y ético, con servicio a la verdad y criterio independiente, dentro de la promoción de los valores del humanismo cristiano.
Mucho se ha dicho acerca de los medios de comunicación católicos y de los católicos en los medios de comunicación. La COPE puede ser un ejemplo: medio propio y escuela donde se han formado muchos y buenos comunicadores.
Decían los sabios que la verdad está unida a la caridad, pues quien ha conocido el bien no puede por menos que compartirlo con los compañeros de camino. Se ha hablado de la caridad política, de la caridad intelectual, de la caridad espiritual. ¿Por qué no hacerlo también de la caridad de los medios de comunicación? Si la caridad consiste en repartir lo que se tiene y lo que los otros necesitan, ¿por qué no se puede buscar la verdad para compartirla?
Cuando menos, los medios de comunicación, en formas variadas y distintas, tienen una magnífica oportunidad para desenmascarar lo ambiguo, lo equívoco, la falacia y, por el contrario, hacer que resplandezca la verdad. Son medios, instrumentos que han de servir como estímulo en el conocimiento de la verdad, para poner esa luz que se necesita para ver la realidad lo más cerca y objetivamente posible.
También los medios de comunicación pueden contribuir, deben ayudar, al verdadero desarrollo humano, intelectual, ético y cultural de la persona, que, al fin y al cabo, es quien hace, usa y disfruta esos medios de comunicación.
Como nos ha dicho Benedicto XVI: “Cuando la comunicación pierde las raíces éticas y elude el control social, termina por olvidar la centralidad y la dignidad inviolable del ser humano, y corre el riesgo de influir negativamente sobre su conciencia y sus opciones, condicionando así, en definitiva, la libertad y la vida misma de las personas. Precisamente por eso, es indispensable que los medios de comunicación social defiendan celosamente a la persona y respeten plenamente su dignidad. Son muchos los que piensan que, en este ámbito, es necesaria una ‘infoética’, así como existe la bioética en el campo de la medicina y de la investigación científica vinculada a la vida” (Jornada de las Comunicaciones Sociales, 2008).
En el nº 2.752 de Vida Nueva