(Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)
“La Iglesia, evidentemente, no puede ser ajena a la crisis económica y a sus consecuencias. Lo suyo será, como siempre, estar atenta, con sus “pobres” soluciones, por si puede hacer algo en favor de los más perjudicados, que los habrá y siempre serán los mismos”
La crisis económica ha irrumpido del modo más espectacular posible: han caído con estrépito los mercados bursátiles, los bancos necesitan intervenciones de los gobiernos, y las empresas se están viendo seriamente afectadas. Pero lo más preocupante está sucediendo sin ruido y dolorosamente en las situaciones humanas y familiares que progresivamente se ven afectadas por esta situación. Como era de esperar, la crisis ha llegado a los que tienen menos recursos y viven en situación de mayor precariedad. Ya se nota que, de la euforia en la que gran parte de nuestra sociedad vivía, se ha pasado al miedo al futuro; y ahora la preocupación de muchos es cómo sobrevivir en medio de esta tempestad de consecuencias imprevisibles.
Aunque a regañadientes, la reacción de los responsables políticos y sociales ha llegado y, de momento, parece que se han puesto manos a la obra en la búsqueda de soluciones. Eso, en efecto, es lo que ahora toca: trabajar con sentido de responsabilidad y con unidad entre todos. Y en esa unidad ha de estar incluida toda la sociedad, que en situaciones como ésta ha de ser especialmente solidaria. La Iglesia, evidentemente, no puede ser ajena a la crisis económica y a sus consecuencias. Lo suyo será, como siempre, estar atenta, con sus “pobres” soluciones, por si puede hacer algo en favor de los más perjudicados, que los habrá y siempre serán los mismos: los que tenían poco y ahora tendrán menos o quizás se quedarán sin nada.
Y, sobre todo, ha de saber decir que, en la gestión económica, no puede faltar el principio de solidaridad preferente con los más débiles; solidaridad que también ella ha de saber crear y gestionar. Y, desde luego, en tiempos de miedo al futuro, la Iglesia tiene un valor que se cotiza al alza: la Esperanza que nunca defrauda.
En el nº 2.633 de Vida Nueva.