JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista
“Son seis mujeres dispuestas a trabajar, eficientes, acostumbradas a organizar y dirigir cosas. Nuevos testigos católicos ante los grandes problemas de nuestro tiempo”. Era así como arrancaba una inaudita noticia precedida por un sorprendente titular: “Seis mujeres en la Curia Romana” (VN, nº 562, 18 de febrero de 1967). Procedentes de Australia, Bélgica, Holanda, Inglaterra, Bélgica y España, las mujeres iban a trabajar en órganos de gobierno del Vaticano.
Ese era el caso de la española Pilar Bellosillo, designada consultora en el Consejo de Seglares. Anteriormente, había sido presidenta nacional de Jóvenes de Acción Católica (1940–1946) y de la rama femenina de la misma organización (1952–1961). En plena primavera eclesial, presidió la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas y, entretanto, fue convocada por Pablo VI como auditora en el Concilio.
Ese era solo el comienzo de la andadura de una mujer cuya responsabilidad eclesial creció, sobre todo en la década de los 70. Aunque fuera homenajeada con motivo del 50º aniversario del Concilio, ella y tantas anónimas entregadas en la Iglesia son merecedoras de otro tipo de distinciones.
No sabemos cuál será el resultado de la comisión que está estudiando en Roma el papel de las diaconisas en el origen del cristianismo. Pero algunas mujeres saben, por experiencia propia, el resultado del inmovilismo: ser tratadas como menores de edad.
Publicado en el número 3.024 de Vida Nueva. Ver sumario