JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
Los ojos del siglo XXI siguen mirando al XX como punto de referencia. Con sus claroscuros, la educación avanza gracias a pensadores del siglo XX. La segunda década del nuevo milenio asiste a un cambio de mentalidad de educadores, que aceptan retos propuestos por teóricos de la centuria anterior. El tiempo de un conocimiento dirigido monolítica y verticalmente por el docente se ha agotado. Una metodología basada en la mera repetición y memorización de contenidos sustantivos ha caducado. Esta técnica, tan epidérmica como funcional para la evaluación docente, corrobora las palabras de Albert Einstein: “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”.
En la búsqueda de metodologías innovadoras, no pocos profesores de hoy siguen a la Escuela de Ginebra, con el fin de que los alumnos procedan en la construcción de su propio conocimiento (¡aprender a aprender!); a Jean Piaget, procurando la evolución cognitiva, afectiva y social del educando; a Lev Vygotsky, fomentando la dimensión interpsicológica e intrapsicológica en el proceso evolutivo del estudiante; a David Ausubel, provocando la asimilación del conocimiento mediante un aprendizaje significativo; y a John Dewey, generando experiencias e interacciones cuyo proceso de aprendizaje sea cooperativo.
El nº 460 de Vida Nueva cubre la publicación de la Guía de la formación social, fruto de un seminario dirigido por José María Riaza Ballesteros, vocal de la Comisión Nacional de la HOAC, inspector de trabajo especializado en temas cooperativos y consejero delegado de Cuadernos para el diálogo. Según el informe, para conseguir una educación integral, apremia renovar la sensibilidad social, el compromiso de acción, la planificación y organización, el espíritu cívico y el sentido de equipo.
En el siglo XXI, el sentido de equipo ya ha llegado a las aulas. Pero dicha cooperación se eclipsa, semana tras semana, en el Congreso de los Diputados. Sería ejemplificante que, antes de cruzar el umbral de la LOMCE, los parlamentarios pacten y dejen de convertir el campo educativo en un ruedo político de arenas movedizas.
En el nº 2.931 de Vida Nueva