La gran derrota

(Fr. Francisco Casto Miramontes, Franciscano- Director del Museo de Tierra Santa en Santiago de Compostela y guía de grupos cristianos en Israel-Palestina)Recientemente estuve en Tierra Santa, Palestina-Israel. La tensa calma habitual en aquellas tierras hacía presagiar ya entonces que el inestable equilibrio, una vez más, se acabaría resquebrajando, y, lamentablemente, los tambores de guerra han vuelto a sonar. Una vez más las crónicas e imágenes de lo que está sucediendo en la Franja de Gaza resultan espeluznantes: una vez más, la historia se repite, los frágiles son quienes se llevan la peor parte de un enfrentamiento ideado por odios y resentimientos, por el afán de poder de un grupo de personas interesadas en forjar una cultura de violencia en la que influye la religión entendida en su expresión más extremista e inhumana casi tanto como los intereses políticos y económicos implícitos, porque en esto de la violencia siempre hay quien saca tajada.

Me duelen las víctimas inocentes, sean del bando que sean, y me preocupa que, aún en la distancia, podamos tomar partido a favor de uno u otro bando olvidándonos de que la violencia es inhumana y siempre, de un modo u otro, todos salimos malparados, salvo aquellas personas y grupos humanos ávidos de poder que se lucran incluso con el sufrimiento ajeno. No nos enredemos en discusiones estériles en las que tomamos partido; un mundo que toma partido es un mundo “partido”, fragmentado, desmoronándose. A lo sumo habrá que tomar partido por quienes siempre pierden: los débiles, los hombres y mujeres de bien que sueñan con convivir sin miedos y traumas, y los fragilísimos niños/as que caen bajo la violencia o se educan en la misma.

Hace casi 800 años, un hombre singular (Francisco de Asís), en plena efervescencia cruzada, daba un paso al frente para dirigirse, sin otra arma que el amor, al sultán reinante en aquel tiempo. El encuentro acabó siendo una siembra de paz, simbolizada en los regalos que el sultán concedió a aquel hombre pobre y humilde que tan sólo hablaba de amor. Sí, decididamente me sumo a esta corriente histórica de pacifismo encarnada, entre otras personas, por Gandhi, Luther King, o Teresa de Calcuta. Porque cualquier enfrentamiento supone siempre la derrota del genuino espíritu humano necesitado de paz y bien. Invito a meditar a creyentes, agnósticos y ateos: el amor es el camino de la paz.

En el nº 2.644 de Vida Nueva.

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