(Lucía Rivera– Barcelona) En Italia, el Tribunal Supremo ha apoyado, en una reciente sentencia, la presencia del crucifijo en las aulas de la escuela pública por representar altamente valores civiles tales como el respeto, la afirmación de los derechos personales, la autonomía de la conciencia moral frente a la autoridad y la no discriminación. Pero en España, unos padres de ateísmo descarnado han solicitado de la Justicia que sea descartado del espacio docente público.
Tanto para creyentes como para no creyentes, el símbolo de un Dios que se inmoló por amor al hombre no debe levantar suspicacias. En todo caso, un reconocimiento positivo que levante con su ejemplo el quehacer diario en pro de los demás, precisamente en una sociedad en la que el egoísmo individualista campa a sus anchas.
En el nº 2.639 de Vida Nueva.