SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona
“En medio de la desolación que han provocado las inundaciones de Lourdes, las “Hospitalidades” se han hecho presentes acompañando a los enfermos y discapacitados de nuestras diócesis…”.
En medio de la desolación que han provocado las inundaciones de Lourdes, las “Hospitalidades” se han hecho presentes acompañando a los enfermos y discapacitados de nuestras diócesis. Alguien había dicho que era difícil realizar la peregrinación a causa del deterioro de la zona, pero ha sucedido todo lo contrario. Un trabajo esforzado de voluntariado está devolviendo al santuario la normalidad de siempre.
Los peregrinos de nuestras diócesis hemos sido de los primeros en recibir los efectos de esta rápida rehabilitación. En este Año de la fe, hospitaleros, voluntarios sanitarios, sacerdotes y obispos acompañantes y un maravilloso grupo de jóvenes hemos querido estar de nuevo con los enfermos y ayudarlos a reencontrar el gozo de este espacio luminoso que respira acogida, amistad y alegría, confianza y salud.
Hemos recibido la luz de la Palabra de Dios, la fuerza de la Eucaristía, la misericordia del Perdón y la Unción de los enfermos, y nos hemos sentido Iglesia, invitados a vivir la alegría de la fe y compartir el entusiasmo de comunicarla.
Atentos a Jesús cuando dice “estaba enfermo y me visitasteis”, esta visita se ha convertido en un acompañamiento lleno de amor y ayuda. La desolación inicial se ha convertido en brisa suave de una fe que puede mover montañas.
“Ayer no creía y hoy creo” –me ha manifestado un peregrino al acercarse a la Gruta– “y ahora voy a dar gracias a la Virgen María” –ha añadido–. Juntos hemos rezado y hemos dado gracias por esta luz de la fe.
El papa Francisco acaba de regalarnos su primera encíclica, que lleva precisamente este nombre: “La luz de la fe”. Y, justo al comienzo, nos dice que “quien cree, ve: ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso”.
En el nº 2.856 de Vida Nueva.