La manipulación de lo religioso

(Baltazar Enrique Porras Cardozo– Vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y arzobispo de Mérida-Venezuela)

“Se ha intentado, sin éxito, suplantar los símbolos cristianos de las escuelas, suplantándolos por las efigies de los héroes patrios o del Che Guevara. Confundir, divide; manipular, confunde; denigrar y ofender, aleja a los más fanáticos de sus raíces religiosas”

A pesar de estar sumidos en la onda globalizante de la secularización, la religiosidad es uno de los rasgos característicos de las culturas latinoamericanas. Dicho rasgo atraviesa lo católico, bien para afianzarlo o bien para hacer aflorar un peculiar anticatolicismo que ha servido de pábulo a los gobiernos en los dos últimos siglos.

El régimen cubano de Fidel intentó borrar de la isla lo católico. El balance, al cabo de medio siglo, no ha sido el previsto por sus fautores. El régimen nicaragüense sandinista de los 80 no pudo implantar la Iglesia popular. Los indigenismos en boga reclaman para sí el valor supremo de los cultos originarios por encima de la bota opresora del catolicismo impuesto.

No es, pues, de extrañar que el régimen revolucionario que maneja a su antojo la Venezuela del siglo XXI busque legitimarse al amparo de las religiones, manipulando sagazmente lo religioso, bautizando con el nombre de “misiones” todo tipo de ayuda social.

En nombre de la igualdad y la tolerancia se ha intentado, sin éxito, suplantar los símbolos cristianos de las escuelas, suplantándolos por las efigies de los héroes patrios o del Che Guevara. Confundir, divide; manipular, confunde; denigrar y ofender, aleja a los más fanáticos de sus raíces religiosas.

Ahora surge una “nueva Iglesia católica reformada de Venezuela” que reúne a unos cuantos “ex” de diversas denominaciones cristianas. Se presentan como apolíticos, pero apoyan los programas sociales del Gobierno como la mejor expresión histórica de la auténtica caridad. Llama la atención el derroche de dinero y el marketing publicitario, señales inequívocas de la mano generosa de la plusvalía petrolera.

Cosas veredes, Sancho.

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