JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Todo se fraguó en Brasil durante la reciente visita del papa Francisco con motivo de la JMJ. Consultas, conversaciones a varias bandas, discretos encuentros y una decidida apuesta por ir cambiando con pasos firmes y seguros, dentro de la continuidad, el rumbo geoestratégico de la Iglesia, tan europea en muchos aspectos, pese a su doctrinal catolicidad.
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Al Papa se le venía reclamando el nombramiento de secretario de Estado, un viejo cargo curial creado en 1487 por Inocencio VIII y cuyas últimas funciones fueron definidas por Juan Pablo II en 1988. Nombres recios, importantes, influyentes, ajustados a los tiempos propios, han ocupado estos cargos.
Algunos nombres resuenan: Rampolla, Merry del Val, Gasparri, Pacelli, Villot. Y, ya en la recta final del pasado siglo, Casaroli, el cardenal de la ostpolitik. Y Sodano, omnipresente cardenal en los últimos años de Wojtyla, hasta que Ratzinger prefirió elegir a alguien de su confianza, Tarcisio Bertone, su colaborador, no procedente de la diplomacia ni de las intrigas curiales, y blanco durante estos años de ataques y difamaciones.
Ahora vienen nuevos tiempos. Francisco elige a un diplomático para el cargo. Pietro Parolin cuenta con varios avales. El primero, el de la edad, 58 años. Aunque trabajó en la época de Sodano y conoce bien los vericuetos de la diplomacia vaticana, se ha fraguado en otras latitudes y con otros asuntos: Vietnam, China, México… Un hombre muy cercano a Claudio Celli, el hombre de la comunicación y buen amigo del Papa. Ahora ejercía de nuncio en Venezuela, en momentos críticos en aquel país.
Europa ya no es el centro, ni debe serlo.
Hacía falta un europeo que conociera
las tierras más allá del océano (Parolin)
y un latinoamericano que tuviera
raíces y formación europea (Francisco).
El nuevo secretario de Estado tiene fama de dialogante y conversador; tenaz y paciente, Parolin vuelve a Roma de la mano de este Papa que ha querido poner foco en las Iglesias de América Latina y el Caribe, en donde se concentra el mayor porcentaje de católicos del mundo.
Europa ya no es el centro, ni debe serlo. Hacía falta un europeo que conociera las tierras más allá del océano (Parolin) y un latinoamericano que tuviera raíces y formación europea (Francisco). Un tándem que tendrá que acometer, junto con el resto de la comisión cardenalicia creada por el Papa, la reforma de la Curia, uno de los encargos de las congregaciones generales, previas al cónclave, y el primer desafío de Francisco.
Y tarea le queda a este hombre: reorganizar la Curia poniendo el acento en su dimesión espiritual, alejándose de la tentación de poder. A Parolin le queda ahora un camino ya más expedito, la confianza del Pontífice y la tarea de volver a poner muchas de las cosas en su sitio. Correrá la misma suerte del Papa y, en el trabajo colegial, le corresponderá la tarea de hacer creíble a la Iglesia en lugares y ámbitos en los que ha perdido fuerza.
El encuentro del Papa con los nuncios en junio pasado da muchas claves para entender la geopolítica que viene.
director.vidanueva@ppc-editorial.com
En el nº 2.861 de Vida Nueva.
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